Así tituló el libro el escritor Alberto Baquero Nariño quien tuvo la gentileza de invitarme a su acto de lanzamiento post feria, realizado en la Galería “Café y Libro” de la calle 93 con kra 11A, en la ciudad de Bogotá.
Tuve la fortuna de conocer a Alberto Baquero cuando juntos arribamos a la emblemática Universidad Nacional de Colombia en los esperanzadores años de la década del 60. De allí podemos colegir que ambos llevamos esa impronta social que distinguió por muchos años a los profesionales de la “Nacho” como cariñosamente nos llamaban. Camilo Torres Restrepo fue nuestro capellán y nuestro director espiritual que encaminó nuestros pasos por la senda de la esperanza e hizo crecer en nosotros los más altos sentimientos de solidaridad y compromiso con un sueño de nación ética y democrática que dolorosamente le extraviaron el camino.
Cada uno tomó el sendero que le marcó la vida. Veinte años después nos volvimos a encontrar en la inmensidad de la llanura convocados otra vez, por sueños de esperanza y redención social para pueblo colombiano. Esta vez nos acompañaba la experiencia y la madurez de haber transitado los escabrosos e inútiles caminos de la lucha armada. Marchábamos en pos de encontrar y comprender, en el análisis de los múltiples procesos sociales vividos y padecidos, el camino de una Paz que permitiera realizar las atrasadas reivindicaciones sociales, sin tener que matarnos como colombianos.
Hubo un ser de luz en estos esperanzadores encuentros, mi hermano menor Alfredo, a quien Alberto Baquero en un gesto que compromete mi corazón, le hizo dedicatoria de su libro con estas insondables palabras: “A mi entrañable amigo Alfredo Ojeda Awad, el Tigre de la Tigritud”.
Porque efectivamente, fueron muchas las tardes y las madrugadas que los sorprendió el despuntar del sol en el alto de Menegua, imbuidos en complejos análisis y discusiones que fueron llevadas a la radio y a los periódicos de Villavicencio y publicadas cada semana en el periódico “Llano 7 días”, con el inolvidable titulo “Las tertulias del Tigre y el Alcaraván”.
El texto del libro que me permito recomendar es un largo recorrido por los caminos y la historia de los Llanos Orientales. Comienza con el hermoso prólogo del ya famoso escritor Alfredo Molano Bravo cuando dice “Son pocas las veces que un libro me depara una gran sorpresa después del primer párrafo. Estas crónicas lo lograron…” hasta el epílogo realizado por mi hermano Diego Alfredo Ojeda Awad, bajo el título “Avatares de la guerra” y que en el último pie de página dice Baquero Nariño, refiriéndose a él como “el Tigre”, “estimuló la creación pictórica, escultórica y literaria durante los últimos cuarenta años. Bajo su luz se escribieron “Las tertulias del Tigre y el Alcaraván. Veinte días antes de su viaje al infinito, le grabé en su finca Barbatuscas, y en presencia de Leoncico III, su perro fiel, el “epílogo” para este libro, el 27 de mayo de 2016 en Villavicencio”.
Así fue dolorosamente. El 7 de junio me llamó y presentí en sus palabras la despedida final. El 9 de junio de 2016 a las 10 de la mañana se incorporó de su silla de enfermo, miró hacia la vastedad del llano y exclamó: ¡Ay mis hijos…como los quise…” Y se desplomó para siempre.
Por eso al cierre del lanzamiento y escuchando las notas de su joropo predilecto “Alcaraván compañero”, al despedirme de Alberto Baquero en un entrañable y fraternal abrazo no pude evitar que las lágrimas rodaran profusamente por mis mejillas.