Ocurrió lo que temíamos, que por las constantes agresiones verbales y físicas a los Acuerdos de Paz, los incumplimientos y demás hechos, buscando ”hacer trizas los acuerdos”, desde las más altas direcciones de Estado, un grupo significativo de guerrilleros de las antiguas Farc-Ep, decidieran, en forma errónea, alejarse del cumplimiento de la palabra empeñada y junto a otros sectores de fuerzas disidentes guerrilleras, en algún punto del departamento del Inírida, según lo expresado en el documento leído, decidieran volver a las armas y hacer un nuevo llamamiento a la lucha armada para confrontar el Estado Social de Derecho, constitucionalmente constituido.
No logramos comprender como unos integrantes, importantes de las Farc y quienes participaron en las conversaciones de La Habana, hayan decidido romper un compromiso tan sagrado como es la Firma de la Paz e inmediatamente y en contravía de todo lo aportado, discutido y sostenido se devuelven, sigilosamente, a concederle a las armas, generadoras de la violencia y de la muerte, la razón fundamental de la existencia. Todo esto, como si no hubiésemos desandado un camino largo para decir que se dejan las armas que son la entelequia de la confusión y la negación. El verdadero poder, no radica en ellas, sino en el inmenso poder de organización, creación y transformación de la sociedad colombiana.
Difícil entender cómo se pierde tan rápidamente la perspectiva global. Cuando ya la problemática de su existencia como grupo político que tuvo el coraje de hacer dejación de las armas y ahora es motivo de admiración y preocupación del Consejo Mundial de Seguridad de las Naciones Unidas. Donde tan pocos tienen la representación de todos los Estados del mundo. Es el Consejo Mundial de Potencias encabezadas por China, Rusia, EE. UU, Francia, Inglaterra, India y pare de contar.
Y todo eso y mucho más tirado a la caneca de la basura por retomar otra vez el horror de la guerra que los capitalistas e imperialistas aplauden porque esa es la razón de su existencia: Fabricar las armas y venderlas para que con ellas se maten y se descuarticen los pueblos del mundo.
Como no detenerse a pensar que todo este reconocimiento de los pueblos del mundo es el productor de más de cincuenta años de confrontación múltiple, política y armada que ya había llegado a su punto definitivo y era el momento de aceptar los nuevos caminos, diferentes a los armados, que ya estaban marcados por la obsolescencia.
Tuve la fugaz oportunidad de conocer a Iván Márquez en alguna de las reuniones que se dieron en el Ministerio de Interior, en Bogotá. Al preguntarle como avanzaban las conversaciones, me dijo que eran muy espinosas, que había muchas dificultades para aceptar los puntos referidos a la Reforma Rural Integral. Le manifesté nuestro apoyo a la Paz y le pedí, encarecidamente, llevar el proceso hasta el final como una manifestación de apoyo a nuestros sufridos campesinos, a quienes les ha tocado poner la más alta cuota de muertos en este grave conflicto social. Aceptó mi petición. Por eso es más complejo para mí, entender porque volvieron a las armas.
Debo hacer especial afirmación al partido político de la Rosa -FARC – que ha ganado justo reconocimiento en la sociedad colombiana. Ellos, contra viento y marea, persisten en su profunda vocación democrática y en resolver las contradicciones políticas a través de dialogo y la participación ciudadana. Sin duda, este es el camino. Yo, desde mis instancias democráticas los aplaudo y los felicito.
Nos esperan días de dolor y de horror. Nuevamente los campos colombianos se llenarán de muertos, huérfanos y viudas. La sinrazón, el odio y la violencia volverán a sentar sus reales en todo el territorio nacional.
Me pregunto: ¿Qué hacer?, mientras desde mi cerebro escucho una voz que dice: “Señor: Haced de mi un instrumento de vuestra Paz. Que allí donde haya odio ponga yo amor; Que ahí donde haya ofensa ponga yo perdón; Que ahí donde haya discordia ponga yo armonía…” Este es indiscutiblemente mi camino.