Desde muy niño le escuché hablar a mi abuelo Elías Awad Aboenk de la fraterna relación de unidad entre los pueblos: Siria y El Líbano, y dio como feliz resultado que los llamaran coloquialmente “Sirio-Libaneses”. Sus historias están amalgamadas desde el mismo surgimiento de los pueblos árabes. Monte Líbano y Jerusalén, ya figuraban en las sagradas escrituras, junto con Damasco, lugar donde residió el Califa. Fueron muchas las familias sirias que conocí en las noches frescas de Aguachica, cuando venían a la casa solariega de mi abuelo a conversar en árabe y a jugar interminables partidas de ajedrez, su juego preferido, mientras degustaban deliciosos platos autóctonos, de esas lejanas tierras, que con verdadera maestría de chef les preparaba mi abuela.
Por haber estado ambas naciones bajo los dominios del imperio otomano desde 1516 hasta 1918 (400 años), fecha del derrumbe del Imperio, al final de la 1ª. Guerra Mundial, los emigrantes salían de su patria portando el pasaporte Otomano expedido por las autoridades turcas, razón por la cual, fueron llamados equivocadamente “turcos”, cuando en verdad, eran árabes y cristianos Maronitas. El espíritu de convivencia y esa profunda hermandad, hizo que las diferentes colonias en América fueran conocidas como sirios libaneses y que juntos hubiesen realizado tantos aportes en múltiples actividades desempeñadas con éxito como: El comercio, la medicina, la política, el periodismo, las artes culinarias, la literatura, y otras.
Por estas y otras razones que forman parte de mi inconsciente, manifiesto que me produce un dolor terebrante los sufrimientos al por mayor que viene soportando el pueblo Sirio, a raíz de la guerra fratricida que todos los días va en aumento, como un caballo desbocado, sin que haya ninguna voz a nivel mundial que imponga un: Basta Ya, para que cesen la ola de atentados y muertes que recorre toda su geografía nacional.
Los informes de prensa son aterradores, documentan que la guerra en Siria deja más de 5.000.000 (millones) de desplazados o refugiados. Esta es una cifra escalofriante que poca preocupación genera en los verdaderos centros del poder mundial. Los hogares de estos refugiados son ahora el nuevo campo de batalla, que ya cumplió seis años, entre las fuerzas del gobierno y los yihadistas, según informa la ONU.
Esto quiere decir que alrededor de un cuarto de la población siria le ha tocado huir desde marzo de 2011, fecha cuando comenzó este conflicto armado que suma más de 350.000 muertos y una cifra superior de heridos.
La Comunidad Internacional de Naciones, junto con la voz autorizada de su Santidad El Papa Francisco y otros altos prelados de las Iglesias ortodoxa y musulmana tiene la inaplazable tarea de urgir pronto un Cese al fuego bilateral y de hostilidades entre las fracciones en disputa. No es lógico, ni explicable que sea el pueblo de esta sufrida nación, quienes tengan que cargar a sus espaldas todo el dolor y la tragedia humanitaria que origina esta guerra.
Las partes en conflicto están en la obligación ética y moral de alcanzar el respeto mínimo que les permita reconocer sus errores, ubicar las diferencias y encontrar el dialogo, sincero y profundo, que les brinde la oportunidad soñada de superar las diferencias con respeto y solidaridad.
El Presidente Juan Manuel Santos con su reconocimiento mundial de Premio Nobel de Paz y después de la acertada conducción de los diálogos de Paz con las Farc-Ep , en La Habana, Cuba, tiene el peso político suficiente para pedir respetuosamente a la ONU, la intervención del Consejo de Seguridad, para que cesen las acciones de guerra y muerte; y pronto, la golpeada nación de Siria pueda encontrar de nuevo, los senderos que le garanticen el derecho a la convivencia y el buen vivir reclamado con voces angustiadas por las madres de tantos niños dolorosamente sacrificados.
Algunas familias de descendientes de sirio libaneses, frente a la angustia de esta guerra me han pedido hacer algo que contribuya al cese de tanta tragedia y muerte en Siria. Yo pienso que podríamos juntarnos y elaborar una carta respetuosa al Señor Presidente Santos, pidiéndole en nuestra condición de descendientes, interceder por un cese al fuego en Siria.
Estoy seguro que estos esfuerzos serán agradecidos por nuestros antepasados sirios libaneses que descansan en el sueño eterno bajo el cielo de la patria.