Considero que los abrazos y los apretones de mano son una de las más altas expresiones de afecto y humanismo que ha logrado construir en su larga historia evolutiva el homo sapiens. Me imagino, al homo sapiens descendiendo de las altas copas de los árboles y comenzando con mucha dificultad a caminar erguido, en un terreno agreste, rodeado y acechado de infinidad de peligros mortales que lo obligaban a buscar las cuevas, como refugio, donde comenzó a nacer en su cerebro rudimentario ese valor supremo que lo distinguiría para siempre del resto de los animales: La solidaridad.
Pero la solidaridad ganada en esas difíciles condiciones le permitió también plantearse los inmensos desafíos que le abrían una existencia acosada por todos los peligros. Fue así como sus criaturas nacidas en la profundidad de las grutas comenzaron a recibir la solidaridad de todas las madres, y en esta forma le fue posible sobrevivir a tantos riesgos. Después comenzaron a plantearse la necesidad del fuego que le abrió las inmensas posibilidades de ser el animal supremo de la creación y esto terminó catapultándolo a los más altos lugares de la investigación y la ciencia.
Y a la solidaridad se le unió la fraternidad, descubriendo el inmenso poder de ser hermanos en la sangre y en los sueños. Este avance que definió marcadores genéticos, le permitió ganarle la lucha a muerte que con toda la razón le plantearon los agresivos mamíferos que también poblaban la extensa llanura.
En esa triada de solidaridad, humanismo y fraternidad nació el abrazo que juntó los corazones en la dicha, en la alegría, en la tragedia y se fue irradiando como bálsamo bienhechor a través de los mares y de las largas distancias. Y junto a él, el apretón de manos como ratificación inclaudicable de la amistad, de la hermandad y del cariño.
Pero el homo sapiens extravió el camino. Se consideró prepotente y vano. Comenzó una loca y absurda carrera contra su madre: la naturaleza, y ha buscado por todos los medios conocidos e imaginables hacerle un daño terrible, que en otros términos es hacérselo él mismo. Y pobló el mundo de tragedias, y cambió el clima y las estaciones, envenenando las aguas de los ríos, de los mares y lagos. Ahora pretende en su esquizofrenia romper el alma de la tierra para ahitarse con las gemas y minerales preciosos que deben estar allí en las profundidades de la tierra. No se detiene y marcha enloquecido al desastre final.
Como resultado de todo este desorden causado por el homo sapiens, ahora surge el tenebroso virus Covid 19 que ha impuesto una letalidad extrema y obliga a hombres y mujeres de todos de estos continentes a reprimir sus abrazos y a tomar otras formas de saludo como la de los japoneses que se caracteriza por una inclinación de cabeza o una venia respetable.
Al borde del abismo en que nos encontramos, con 3.000 millones de seres humanos en cuarentena, es obligante preguntarnos ¿Es posible el renacimiento de nuestra tradición humanística? ¿Es posible volver a ser hermanos entre todos los seres vivos de la tierra? ¿Es posible construir el mundo que todos nos merecemos: Ético, ¿respetuoso, justo, ecológico, solidario? Si es así… volverán los abrazos…