Como el Partido Liberal no suena ni truena, algunos piensan que se volvió un grupo marginal, apropiado para acomodarse en las listas o servir de comodín a otros Partidos para que lleguen al gobierno. Me refiero a las elecciones regionales de Octubre. Hacen falta 9 meses, se escuchan propósitos y candidaturas para gobernaciones y alcaldías, concejos y asambleas, de diferentes banderías y por firmas, y al Partido Liberal solo se le menciona para hacer coaliciones o llenar vacíos en las listas. Eso da una impresión de desinterés enorme, de entregarse sin competir ni luchar, lo que se llama no tener vocación de poder.
Una demostración de que falta ese ánimo de participación y de lucha, es que no se conocen lineamientos políticos ni se hace proselitismo de la ideología roja, lo que es imperativo en una época de elecciones. Tampoco se recuerda la valiosa historia del Liberalismo y sus logros sociales, económicos y políticos mediante luchas que llegaron hasta el sacrificio personal. A estas alturas, en medio de la mediocre confrontación electoral que se ha vuelto el ejercicio de la política, pocos saben en qué consiste el liberalismo y cuál es el significado de pertenecer al Partido de la bandera roja.
No hay motivación, la juventud solo recibe la noticia de que el Partido Liberal es una organización decrépita, sin rumbo, en la que algunos de sus miembros han cometido corrupción y sectores dirigentes han olvidado que liberalismo es paz, libertad, equidad social, solidaridad con los necesitados, entrega al pueblo buscando su bienestar, y lucha por el poder político.
Si no se llega al poder político no hay forma de cumplirle a la ideología y al pueblo. Por eso es imprescindible llegar a la Presidencia de la República, a las Gobernaciones y Alcaldías. Por eso hay que estar en el Congreso, en las Asambleas y Concejos, en las Juntas Administradoras Locales, en la Acción Comunal. Pero para eso hay que llegar a la gente, escucharla, debatir cuando sea necesario, explicar las diferencias con los otros, tener propuestas, difundir las ideas, denunciar a los corruptos, visitar los barrios, estar en las calles y en la veredas, regresar a la Universidad, a las fábricas, a los sindicatos, utilizar con inteligencia y pulcritud las redes sociales, volver a la camisa roja y a cantar el emocionante himno del Partido Liberal.
No hay tal de que ya no sirven las reuniones y es anticuado llenar las plazas y agitar las banderas rojas. El Partido debe modernizarse y tener estrategias de imagen y comunicación, pero si no le toca el hombro al obrero, si no le da la mano a la mujer, si no es capaz de abrazar a los jóvenes, está perdido. Aún hay tiempo. Hay que tener lineamientos políticos, programas, buenos y pulcros candidatos, pero especialmente hay que tener emoción y compromiso. La política no es una batalla de flores; la política es una lucha tenaz por el poder.