El mes de julio trajo una desoladora noticia que embargó de tristeza nuestros corazones, Carlos Álvarez el amigo y compañero de muchos años, cerró para siempre sus ojos, dejándonos un insondable vacío de recuerdos y sueños, por una patria mejor, que nadie podrá llenar.
Conocí a Carlos Álvarez Núñez en los años de 1972 cuando las fuerzas policiales y militares desataron una descabellada “cacería de brujas” a raíz de unas cartas que, en un combate, en el sur de Bolívar, le habían arrebatado a la guerrilla. Estas cartas eran la comunicación que la guerrilla mantenía con los frentes urbanos. Mas de 200 personas fueron detenidas y llevadas a los calabozos de las brigadas militares para ser interrogadas por los servicios secretos y mantenidos en prisión durante prolongados periodos de tiempo. Eran las épocas del “Estado de sitio”, donde los ciudadanos perdíamos los derechos civiles y las casas y habitaciones de sospechosos eran allanadas sin órdenes judiciales. La justicia que se imponía era la Justicia Penal Militar de ingratos recuerdos.
Uno de los detenidos más emblemáticos era Carlos Álvarez, por ser importante director de cine nacional, la acusación más grave consistía en que aparecía en las cartas con una referencia muy particular: “Quería hacer una película sobre el sacerdote y capellán universitario Camilo Torres Restrepo” quien había muerto años atrás en un confuso combate entre las fuerzas militares del gobierno del Frente Nacional y la guerrilla del ELN. Pero Carlos no estaba solo en los calabozos de los batallones militares de Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga, etc. Con él estábamos decenas de mujeres y hombres de diversas profesiones y oficios: Trabajadores petroleros, maestros, médicos, enfermeras, sacerdotes, monjas, campesinos, chaluperos, pescadores del río, funcionarios del gobierno, abogados, etc.
Yo había sido detenido la madrugada del 4 de julio de 1972, cuando nuestra casa materna y mi consultorio fueron allanado sorpresivamente. Junto a mí fue detenido mi hermano David Ojeda, ingeniero Agrónomo, mi tío Elías José Awad profesor de filosofía, su señora esposa Lucrecia López de Awad, mi primo Rafael García Ojeda, concejal de Aguachica y mi compadre Roque Pinto Quiñonez, carpintero, entre muchos otros.
Junto con Carlos Álvarez tuvimos que responder ante el Consejo Verbal de Guerra, llamado del siglo, que fue convocado en la guarnición militar de El Socorro, Santander, donde se le violaban los Derechos Humanos a los reos o acusados. Por estas graves circunstancias la Honorable Corte Suprema de Justicia, por solicitud del gran jurista y profesor universitario Eduardo Umaña Luna, ordena el traslado del Consejo de Guerra a Bogotá, a las instalaciones militares del batallón de artillería.
Para permitir las elecciones presidenciales de 1974 entre Alfonso López Michelsen y Álvaro Gómez Hurtado, es levantado del Estado de Sitio, perdiendo toda su vigencia la justicia penal militar. El Consejo verbal de guerra que nos juzga pierde todo piso jurídico y el magistrado del Tribunal Superior de Bogotá jurista Jaime Pardo Leal ordena la libertad de todos los encausados el 19 de abril de 1974.
Durante los meses de presidio, tuve la oportunidad de charlar muchas veces con Carlos y siempre me sorprendía la claridad de sus pensamientos políticos y la profunda significación que le concedía a los procesos de imagen y de cine en la inaplazable tarea de ayudar a concientizar a los amplios sectores de la población colombiana, amantes de un proceso de justicia social y esperanza para el pueblo colombiano.
Por eso causó tanta admiración y aceptación su documental logrado en 1971 ¿Que es la democracia? Donde, desde ya, anotaba y hacia claridad acerca de la profunda falla que cargaba la democracia colombiana, y lo presentaba como proceso pedagógico y político para las gentes.
Incansable como lo fue para su trabajo y fiel a sus ideas políticas desde hace varios años venía laborando un nuevo documental titulado: ¿Porque matan a los sindicalistas? Esfuerzo que inició con su gran amigo Jaime Gómez Velasco, asesor del Senado de la república y quien murió en extrañas circunstancias en el parque Nacional. A este esfuerzo se unió el trabajo de otro admirable amigo Alonso Cruz quien junto a Carlos trata de avanzarlo en contra de las múltiples dificultades que conlleva un esfuerzo de esta dimensión.
Fueron múltiples sus merecidos reconocimientos nacionales e internacionales. Destacaremos los más importantes: Miembro del Comité de Cineastas de América Latina. Miembro Fundador de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. Creador de la Escuela de Cine y Televisión de la Universidad Nacional de Colombia y director de la Unidad de Medios de Comunicación. Unimedios de la Universidad Nacional.
Las generaciones presentes y futuras encontraran en los múltiples documentales de Carlos, la historia dolorosa de nuestra nación, la lucha centenaria de significativos sectores sociales por superar la pobreza y la corrupción de sectores indignantes de nuestra clase política, así mismo hallaran los ejemplos de una nación que no claudica en su sueño de Paz y redención social.
Ante el profundo dolor dejado por su ausencia definitiva expreso mis fraternales condolencias a Julia y a sus hijos.
¡HONRA ETERNA A SU MEMORIA!