Con un profundo sentimiento de causa firmé la carta que un nutrido grupo de intelectuales envío al señor presidente Iván Duque donde pedimos al primer mandatario de Colombia, no caer en la grave equivocación de “romper relaciones diplomáticas con Cuba”, por una no correcta interpretación de lo que significa ser “país garante” en conversaciones de Paz.
Como antecedentes hay que recordar que fue precisamente el gobierno de Cuba quien en un acto de fraternidad y gallardía aceptó ser garante y facilitador de las conversaciones de Paz con la antigua guerrilla de las Farc-Ep en su territorio y que gracias a ese acto generoso se pudieron firmar los Acuerdos de La Habana que abrieron los espacios de Paz y Democracia.
Estos esfuerzos le permitieron a esa guerrilla comenzar a transitar, después de la dejación de las armas, los caminos políticos buscando los objetivos de la lucha por el poder, pero a través de los métodos legales y pacíficos que brinda la Constitución política de 1991.
En esas mismas fechas, un poco más tarde, el ELN – Ejército de Liberación Nacional – también aceptó iniciar conversaciones de Paz con el Gobierno nacional presidido, en esos momentos, por Juan Manuel Santos. De común acuerdo se consideró a la republica del Ecuador como el sitio para adelantar las correspondientes conversaciones de Paz. Desafortunadamente, a los pocos meses de iniciadas estas conversaciones se presentaron unas situaciones graves de orden público en la frontera de Colombia y Ecuador. En tales condiciones el gobierno ecuatoriano no consideró viables que las conversaciones de Paz con el ELN, siguieran desarrollándose en Quito, Ecuador y como tal, solicito a las partes sentadas a la mesa que se buscara un nuevo país para realizar tales encuentros.
El Gobierno nacional y el ELN solicitaron por vías diplomáticas, formal y fraternalmente a Cuba, prestar su territorio para continuar dichas conversaciones, siendo aceptadas por Cuba en su condición de “país garante de paz”. Esta situación se mantuvo, sin ninguna alteración, hasta que llega el nuevo gobierno del presidente Duque, quien con su canciller consideran que Cuba debe entregar a los comandantes del ELN, que estaban adelantando las conversaciones de Paz con el gobierno del presidente Santos.
Esta situación es diplomáticamente imposible de aceptar, pues Cuba y Noruega aceptaron el difícil papel de ser garantes de Paz y, por lo tanto, no es posible entregar al gobierno colombiano a los miembros del ELN que adelantan las conversaciones en Cuba.
Bajo estas graves circunstancias el gobierno de Cuba considera que no es posible la entrega solicitada ya que sería una violación al Derecho Internacional Humanitario.
Ante esta grave situación diplomática el presidente Duque y su canciller han insinuado, peligrosamente, que, si Cuba no les entrega a los negociadores de La Habana, el gobierno colombiano consideraría un camino de ruptura de relaciones diplomáticas con Cuba. Un hecho que es desde cualquier ángulo que se mire, violatorio a los comportamientos diplomáticos que rigen a todas las naciones del mundo.
Por estas y otras razones de peso consideré oportuno acompañar al excanciller de Colombia y profesor universitario Rodrigo Pardo, junto con dos exrectores de la Universidad Nacional de Colombia profesores: Marco Palacios y Moisés Wasserman; así como a exministros de Estado, exembajadores, profesores universitarios, periodistas e intelectuales de prestancia a firmar la carta de llamado al presidente Duque, a no romper las relaciones diplomáticas con la Republica de Cuba.
Dice la carta en uno de sus párrafos finales: “No olvidemos el rol constructivo que ha jugado Cuba recientemente en el avance de la Paz en el país, particularmente, en las negociaciones con las Farc…”
“… Además, responde al interés de Colombia mantener el principio del respice omnia (“mirar al universo”), como criterio estratégico de inserción internacional en el complejo, inestable e incierto mundo actual. Es decir, Colombia debe propiciar una política exterior diversificada, cooperativa y no confrontacional…”
“… Por estas razones, los abajo firmantes le pedimos al Gobierno mayor serenidad y dejar abiertas las puertas de la acción diplomática que ha constituido uno de los ejes más sólidos de la tradición de nuestra política exterior”.
Confiamos en que el presidente Duque tenga muy en cuenta estas serenas reflexiones del grupo de intelectuales animados por el deseo infinito de servir a Colombia.