Se formalizó la ruptura de Cambio Radical, el movimiento político del ex Vicepresidente Vargas Lleras, con el Gobierno de Juan Manuel Santos. Realmente era una decisión anunciada hace meses, quizá años, por cuanto se trataba de un pacto de conveniencia, de corto plazo, entre Juan Manuel Santos y Vargas Lleras, para contribuir al segundo mandato de Santos, a cambio de echar las bases de uno siguiente para el otro. Ni siquiera las normas constitucionales y legales son claras para impedir ese tipo de acuerdos; debería ser claro que ningún funcionario en ejercicio puede aspirar a un nuevo cargo en el período siguiente al cual ha sido elegido. En fin, se trata de la concreción de lo anunciado y por eso nada que sorprenda a nadie.
Esto nos permite hacer algunas reflexiones. La primera, que nuestros partidos o movimientos políticos, con excepción del pacto del Frente Nacional, justamente para terminar con la violencia entre liberales y conservadores, no han sido capaces de lograr acuerdos de mediano plazo, lo cual habla mal de ellos; una enseñanza a tener como referente y lo mencionamos en otra columna en este diario, fue la ‘Concertación por la Democracia’ chilena que le permitió a partidos políticos del centro –Democracia Cristiana- y de la centro-izquierda –Partidos Socialistas-, mantenerse durante cuatro gobiernos seguidos con un programa de gobierno acordado –que por supuesto se ajustaba de común acuerdo en cada mandato-. Desafortunadamente no tenemos partidos políticos con cierta estructura interna democrática, se trata más bien de organizaciones muy caudillistas que responden a los vaivenes de sus líderes. Ojalá los intentos de construir una coalición o varias, realmente se inspirara en experiencias como la chilena, es decir darle una perspectiva de mediano plazo a la misma, lo que les permitiría definir unos cuadros para el debate electoral próximo, pero al tiempo definir unos procedimientos para el siguiente, con lo cual todos los partícipes en el acuerdo pueden actuar solidariamente en el ejecutivo y en el legislativo y esperar razonablemente que los resultados de sus políticas de gobierno sean una obra colectiva y llevar al liderazgo del Gobierno diversos dirigentes de los miembros del acuerdo. ¿El que se empezó a construir entre Sergio Fajardo, Claudia López y Jorge Robledo y que los más optimistas esperarían podría llevar a otros dirigentes de diversos partidos o movimientos podría tener esa pretensión? Lo mismo podría predicarse de la coalición que se articule en el campo de la derecha política.
La segunda y más preocupante, que los acuerdos no tienen ningún contenido de tipo programático, sino de conveniencia electoral inmediata; de otra manera sería muy difícil entender cómo un candidato presidencial que tenía como bandera central la terminación del conflicto armado con las FARC –con la cual y por la cual finalmente fue elegido-, tuviera como vice presidente a un líder político que tenía ‘reservas’ con dicha política. Pero así funciona nuestra política presidencialista. Por lo menos hasta ahora.
La tercera, ¿qué va a pasar con el resto de la coalición de gobierno? ¿Cómo van a jugar políticamente los partidos Liberal, de la U y Conservador? Es probable que cada uno de ellos tome un camino distinto, aunque habría la posibilidad de que acordaran un candidato presidencial de consenso con posibilidades de llegar a segunda vuelta y tener opción de triunfo. ¿Lo intentarán? En los próximos meses tendremos la respuesta.