Fui el pasado 9 de abril a la querida y siempre muy leal ciudad de Cúcuta, invitado a participar en una jornada académica por ser el día nacional de las víctimas y conmemorar un aniversario más del asesinato del entrañable líder popular Jorge Eliecer Gaitán, ocurrido hace 71 años, en el centro de Bogotá. La convocatoria corrió a cargo de la facultad de Comunicaciones de la Universidad de Pamplona, sede Cúcuta, y contó con una nutrida asistencia de jóvenes universitarios, acuciosos por conocer a profundidad los dolorosos acontecimientos que enmarcaron esa fecha luctuosa.
Centré mi intervención en tres puntos fundamentales, a saber: 1) Nuestra historia es la historia de la violencia, del despojo y de la muerte. El arribo de los españoles fue una invasión bárbara y violenta, donde nuestros indígenas fueron vilmente saqueados, maltratados y asesinados. Cité a Antonio Caballero en su libro “Historia de Colombia y sus oligarquías”: “Fue un cataclismo sin precedentes… Un genocidio que despobló hasta los huesos un continente habitado por decenas de millones de personas: en parte a causa de la violencia vesánica (enfermedad mental) de los invasores…”
“…Se calcula que el 95% de los pobladores indígenas de América perecieron en los primeros cien años después de la llegada de Cristóbal Colon, reduciéndose de unos cien millones a solo tres, por obra de las matanzas primero y de los malos tratos luego, de las inhumanas condiciones de trabajo impuestas por los nuevos amos y, sobre todo, las pestes”.
Para cerrar este punto manifesté estar de acuerdo con la valiente postura política asumida por el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), de Méjico, al exigirle a España que pida perdón a nuestras naciones e indígenas, por este genocidio.
2) Asumí la defensa histórica de las vidas extraordinarias, enfrentadas dolorosa y catastróficamente: Jorge Eliecer Gaitán y Gabriel Turbay Abinader. Candidatos ambos del partido Liberal a la presidencia de la república en las elecciones del año de 1946, en las que pierde las elecciones el partido Liberal, y se hace presidente el candidato conservador Mariano Ospina Pérez, iniciándose la violencia en el año de 1948.
Los candidatos liberales: Jorge Eliecer Gaitán y Gabriel Turbay Abinader tenían sobrados méritos para representar a su partido. Ambos eran graduados de la Universidad Nacional de Colombia. Gaitán de la facultad de Derecho, Turbay Abinader de la facultad de Medicina. Gaitán nacido en Cucunubá, Cundinamarca y Turbay Abinader en Bucaramanga, Santander. Ambos se identificaban con las ideas socialistas, tanto así, que el partido Comunista colombiano vota en las elecciones por Turbay Abinader. Fue injusta la campaña contra Turbay Abinader llamándolo ofensivamente “turco” por el simple hecho de ser hijo de un inmigrante libanes, como lo fue también mi querido y admirado abuelo Elías José Awad Aboenck.
Guardo en mi memoria una bella anécdota que me refirió el historiador santandereano Benjamín Ardila, quien vivía en Bucaramanga, cerca del parque “Gabriel Turbay”, donde mi abuelo Elías pasó sus últimos años, en casa de su hija Josefina. Refiere el historiador que, en las tardes soleadas y frescas de Bucaramanga, mi abuelo le comentó el viaje que el realizó desde Beirut hasta Barranquilla, con la feliz compañía del papa de Gabriel Turbay Abinader.
Volviendo a la historia dolorosa de lo que fue el duro enfrentamiento de los candidatos liberales, y consciente de la grave ola de violencia que ya se cernía sobre el suelo de la patria, Turbay Abinader entró en una profunda depresión y murió en Paris el 17 de noviembre de 1947, a los 46 años de edad. Jorge Eliecer Gaitán cae acribillado por las balas de sus asesinos el 9 de abril de 1948, a la edad de 45 años.
Cuanto dolor y cuanta tragedia se hubiera evitado la nación, si estos dos colosos del pensamiento y de la acción, hubiesen conversado y llegado a un acuerdo. Este acuerdo hubiera posibilitado a los dos ser presidentes de Colombia y al partido Liberal no haber perdido el poder con esa alta cuota de sangre que le cobraron sus opositores.
3) Como colofón de esta conversación con los estudiantes les manifesté la urgente necesidad de pensar en el futuro inmediato en construir un Nuevo Proyecto de Nación, pues el que hemos desarrollado hasta ahora ya hace agua por todos los puntos.
El Nuevo Proyecto de Nación debe ser construido sobre sólidas bases Éticas, Democráticas, Pacificas, Convivenciales, Justas, Participativas, Solidarias y de Respeto, cuidado y Amor por la Naturaleza y la Vida.
Después de la conferencia me dediqué a caminar a mi vieja Cúcuta y no pude contener la nostalgia. Ya no somos como el título de esta columna “El portón de la frontera” como musicalmente nos llamó el poeta Jorge Villamil. La frontera con la hermana república de Venezuela está cerrada y un aire de desesperanza y crisis se extiende por toda la ciudad.
Tuve un encuentro fraternal con hombres de talla ciudadana como Cicerón Flórez, destacado periodista, Premio Nacional de periodismo y Adip Numa, emblemático arquitecto de la Universidad Nacional de Colombia, centinelas ambos, desde hace más de medio siglo, de esta ciudad pujante. Sus coherentes reflexiones me hundieron en múltiples preocupaciones presentes y futuras. Solo una nueva dirigencia ciudadana surgida al interior de los amplios movimientos sociales y de los sectores productivos hará posible, con tesón y sacrificio, superar estos dramáticos momentos de su historia.
Al alejarse el avión en el que regresaba y en medio de las luces de la noche no pude contener la nostalgia “Por mi Cúcuta bonita” y musité una plegaria pidiéndole “al Cristo Rey”: Paz, trabajo y oportunidades para estas entrañables tierras que baña el inolvidable rio Pamplonita.