Muchos afirman que la democracia liberal es el punto de llegada de la humanidad luego de la caída del Muro de Berlín y la disolución de la URSS en la década de 1990, ya que no hay otra forma de gobierno que le compita. Sin embargo, algunos también afirman que la democracia liberal está en declive por algunas falencias que tiene la implementación de sus promesas, especialmente la igualdad y la libertad; falencias que el populismo ha logrado aprovechar para posicionarse y poner en entredicho el papel igualador de la democracia y la libertad.
En ese contexto es que debería interpretarse las palabras de la precandidata por el Partido Liberal, Viviane Morales que el día 13 de julio en un video convocó a católicos, evangélicos y liberales a sumarse a su campaña bajo el lema de “que es con valores, democracia y mayorías como salvaremos a Colombia”.
Concuerdo con que la ética está abandonada hace mucho tiempo en todos los niveles de relacionamiento social, tanto que hasta el señor De la Espriella se hizo famoso por afirmar “que la ética no tiene nada que ver con el derecho”, dejando en claro que los colegios, las universidades y las religiones, especialmente la católica y la evangélica, son un fiasco, y han fracasado en su papel de instituciones educadoras.
Los niveles de corrupción son de tal magnitud que pareciera que el que no roba no es porque no quiere, sino porque no puede.
En ese sentido, el llamado a instaurar valores que hace la senadora, es más que justo para estos momentos de crisis.
Ahora, lo que verdaderamente podría preocupar es la diferenciación entre “democracia” y “mayorías” que hace Morales.
Me niego a creer que la senadora vaya a permitir que el populismo, y especialmente el religioso, sea su estrategia de campaña, ya que una de las estrategias del populismo del siglo XXI, es el abuso de la libertad de expresión, que no duda en validar la mentira facinerosa y ruin, bautizándola de “posverdad”.
La senadora no podría violar una norma de las Diez Palabras Judías/Diez Mandamientos Cristianos (“no mentirás”), sencillamente porque su ética pentecostal se lo impediría.
Creería entonces que la diferenciación entre democracia y mayorías es que la primera hace referencia a la nivelación por lo medio, no por lo alto ni por lo bajo, por lo medio, de toda la ciudadanía, subsidiando lo que hay que subsidiar, dando gratis lo que se pueda dar gratis y cobrar los impuestos a los que más tienen para repartir la riqueza de manera universal; y que la segunda, se refiera al ejercicio sufragista necesario para tener consenso y no para imponer una dictadura validada por la opinión pública.
Porque si de lo contrario, la senadora usa la expresión “democracia y mayorías” en el sentido de la elección de Trump, del Brexit e incluso del Plebiscito por la Paz, apelando a la rencilla, al odio y la revancha, estaríamos en el escenario perfecto para el declive de la escasamente implementada democracia liberal en Colombia. ¿Lo permitirá la senadora?