EL COVID UNA VOZ DESDE LAS TUMBAS

Opinión Por

Son tantos los seres amados acompañados hasta la tumba a causa del terrible y devastador virus llamado Covid 19, que es desde allá, donde comienza nuestra dolorosa reflexión, acerca del mundo que poblamos, como lo hemos habitado, y al final que hemos hecho de este hermoso “planeta azul” llamado Tierra, que nos fue generosamente concedido por la madre naturaleza.

Que hizo el “homo sapiens” o la especie humana para convertirse en el verdadero Satanás de este planeta, dónde eliminó, sin ningún rubor, a centenares de especies de animales y convirtió la tierra en un desierto, solo porque alguna ideología absurda le dio por decir que éramos “los reyes de la creación”.

Desde la aparición sobre la superficie de la tierra, es decir, desde el momento que nuestros antepasados bajaron de los árboles, por una crisis climática que arrasó con la selva donde se movían por las ramas y ellos, nuestros antepasados, los primates superiores, se vieron obligados a caminar sobre la superficie y vivir en cuevas para protegerse de los grandes mamíferos contra los cuales eran totalmente indefensos, en esos momentos.

Frente a la evolución inexorable se plantearon dos caminos: El de la compasión, que no solo incluía a los seres humanos sino a todos los animales; o el camino de la avaricia y la codicia que fue el que terminó imponiéndose, desafortunadamente.

Tenemos que concluir: Mientras iban apareciendo los nuevos centros fundamentales de la inteligencia, que tantos caminos abrieron a la especie humana también aparecían los centros mentales del egoísmo y de la violencia racionalizada, que tanto daño causó y que nos tiene al borde del colapso, al generar todo el daño climático que es desde donde vienen los virus mortales que atenazan en forma muy grave a la humanidad. 

En ese proceso, al unirse la naciente inteligencia a la codicia y la avaricia, comenzó el “homo sapiens” andar el camino de la violencia y de la muerte. Desde los tiempos inmemoriales, cuando comenzaron a crearse las castas de gobernantes, los proyectos faraónicos llevaron el sufrimiento y el dolor a millones de seres humanos que no lograban entender cuál era la razón para aumentar los bienes superfluos y las riquezas ilimitadas si el periodo de vida era tan estrechamente corto, y reyes como Alejandro el Magno, con toda su riqueza y poder no logró llegar a los 20 años de edad para al menos poderlas disfrutar.

Con el advenimiento del Capitalismo Salvaje, el cual mucha gente aplaude sin conocer la verdadera maldad que lleva en sus entrañas, arribó a nuestro estrecho Planeta la terrible energía nuclear y con ella su descarada utilización en la Segunda Guerra Mundial para golpear a muerte al Japón, lanzando las bombas nucleares sobre la población civil indefensa de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.

Ante esta impresionante destrucción de selvas, bosques, ríos, lagunas, mares, envenenamientos de los campos con el glifosato y otras herbicidas, nuestra agotada y arrinconada naturaleza nada pudo hacer para impedir el nacimiento y la propagación de un virus tan mortífero como el que actualmente golpea a la humanidad, llevándose a la tumba tantos seres amados. En el entretanto, nosotros impávidos, sin escuchar la plegaria final: “Que cese para siempre la destrucción inmisericorde de nuestra madre naturaleza y se imponga, por fin, un nuevo modelo de vida, donde el respeto y la compasión a niños, mujeres, hombres y animales de toda condición, sea la razón fundamental de la existencia, y la Solidaridad con todo el mundo viviente se imponga sobre la faz de la Tierra.

Presidente del Comité Permanente de defensa de los DD.HH. Fue Embajador de Colombia en Europa. Trabajó en el Programa de Paz de la Universidad Pedagógica de Colombia, y es un reconocido defensor de Derechos Humanos.