Hay que leer a fondo y con cuidado el libro “La Batalla por la Paz”, escrito por el expresidente Juan Manuel Santos. Por lo que se ha podido conocer en los medios escritos de comunicación, será muy interesante. Sin duda, un gran aporte a la necesidad de claridad que necesitan algunos sectores ciudadanos y políticos sobre lo que realmente fueron las gestiones realizadas por el anterior presidente en busca de la paz.
Fue una auténtica batalla, de inteligencia, de sagacidad, de patriotismo, de buen gobierno, anhelando unir a los colombianos para asentar una convivencia nacional que nos ha sido esquiva desde los comienzos de la independencia, y ya vamos en 200 años. No es cierto que Santos se haya desvivido por lograr el Acuerdo con las Farc solo para favorecer solo a unos sectores de la nación. Su idea siempre fue Colombia, precisamente para alcanzar las realizaciones económicas y sociales que no se han podido lograr en dos siglos de despiadada violencia. Si la guerra únicamente nos dejó ruinas, el exmandatario pensaría, con acierto, que la paz nos ofrecería bienestar.
Ya se está viendo. Es evidente la confianza que hoy se tiene al país por parte de los inversionistas nacionales y extranjeros; existe en la conciencia ciudadana una mayor consideración por los Derechos Humanos; con énfasis se tiene ahora una especial consideración por las víctimas del conflicto; la violencia ha disminuido en forma notable; las Fuerzas Armadas tienen más espacio y recursos para contener a la delincuencia; la gran mayoría de los guerrilleros de las Farc entregaron las armas y están en la institucionalidad; los resultados están a la vista. Solo lo enceguecidos por el sectarismo político no lo han querido ver.
A veces parece que el Centro Democrático sigue en la oposición. Hay mucho radicalismo en algunas de sus apreciaciones políticas; a los contradictores se les trata más como enemigos que como adversarios; niegan absolutamente cualquier acierto en el gobierno anterior y no reconocen ningún asomo de buena fe en las gestiones del Presidente Santos. Así es imposible establecer puentes de gobernanza, tan necesarios para lograr éxito en algunas de las políticas prioritarias en materia económica o social. Las vallas según las cuales los buenos colombianos son los que votaron por el NO en el Plebiscito y los malos quienes votamos por el SI, es el extremo de los extremos. Hay que recordar que el Presidente de la República, cualquiera que sea, representa a todos los colombianos, sin que ello signifique renunciar a principios políticos o a compromisos electorales. Por ejemplo, hay que mejorar la salud para todos los habitantes y no solo para los gobiernistas.
Ya comenzó el oficialismo a despotricar contra el Libro del doctor Santos. Me propongo leerlo de inmediato y lo recomiendo a todos los colombianos de las diferentes banderías políticas. Y que venga la controversia, sin groserías, sin mentiras, con objetividad, reconociendo que no solo uno tiene la razón. Bástame con pedir que recordemos a Voltaire.