La incertidumbre se ha tomado los mercados y al mundo entero, y no es para menos, la actual guerra de Ucrania estalló cuando la opinión global era que no iba a suceder, en los meses previos de la guerra tuve la oportunidad de escuchar, hablar y compartir opiniones con diferentes expertos del mundo, y salvo un profesor de ciencia política ruso, un colega norteamericano y profesor de geopolítica español, nadie creía que llegaríamos a este escenario. Y es que la guerra ucraniana llega en medio de la recuperación de la economía, pero los desequilibrios económicos causados por la pandemia siguen existiendo.
Ahora la guerra por si sola genera un gran estrés sobre la economía mundial por su potencial escalonamiento, eso, si las partes juegan más sus cartas políticas y militares; (es importante denotar que aunque las sanciones fueron extremadamente duras, todavía pueden ser más severas, porque el bloqueo económico y financiero sobre Rusia aún no es total, en lo personal creo que la OTAN por presión franco-alemana se guardó estas últimas cartas para tener algo con que negociar en el caso que Rusia controle la totalidad del territorio ucraniano).
También es cierto que aún falta mucha carne sobre el asador, tanto político, como económico para poder saber el devenir de los acontecimientos, aún no está claro el desenlace del conflicto y las estrategias políticas de las partes, porque si nos basamos en la retórica de los septuagenarios presidentes Biden y Putin, pareciera que no se han dado por enterados que la guerra fría acabó. Tal y como lo demostró Putin en su discurso donde declaró la guerra a Ucrania y posteriormente Biden en su discurso del estado de la unión, pero si nos basamos en las acciones políticas puede surgir la duda si los rusos buscan una estrategia de escalar o para desescalar (similar a la estrategia usada con los misiles júpiter en Turquía, o a la crisis de los misiles en Cuba), algo parecido a la posición franco-alemana que parece estar más dispuesta a un acuerdo de reequilibrio de fuerzas políticas y militares de Europa, fortaleciendo a Ucrania y por otro buscando canales diplomáticos. Pero también están los republicanos que quieren una solución pronta a lo que es un problema secundario, porque ven la verdadera amenaza en Asia-pacífico. Y todo esto sin mencionar que la guerra ucraniana no ha acabado y todavía no sabemos ni si será una guerra corta (de un par de meses) o será una guerra de desgaste, entre otros factores políticos que quedan sujetos al resultado militar.
Además, hay otros actores en el mundo que pueden redibujar el impacto económico de la guerra, por un lado, está Irán presionando a sus pares europeos y norteamericanos para llegar a un acuerdo nuclear prometiéndoles salvarlos de la crisis energética con petróleo iraní, algo similar está intentado hacer Venezuela. También está China, que por el momento ha optado por esperar de forma neutral sin tomar ninguna acción particular más allá de mantener abierto el mercado Chino a Rusia, misma estrategia que la India y varias potencias regionales.
A todo lo anterior hay que sumarle el estrés que ya sufría el mercado mundial a consecuencia de la pandemia, por eso los siguientes meses las bolsas del mundo y sus indicadores parecerán una pirinola, como un reflejo de toda esta incertidumbre.
Es cierto que el escenario actual es favorable para las finanzas públicas del gobierno colombiano, el Plan financiero del Ministerio de Hacienda se construyó con el supuesto de un precio promedio de US$70 por barril de petróleo, así mismo según Ecopetrol su punto de equilibrio se encuentra con precio US$34 por barril y esto es una luz de esperanza si suponemos que el precio del Brent a la fecha de escribir esta columna esta en US$114.25 por Barril, puesto que es un salvavidas para las finanzas estatales que estaban muy resentidas tras la pandemia.
Pero esta suerte no soluciona el problema del crecimiento económico, ni el del desempleo de dos dígitos, aunque claro que puede ayudar vía ingresos y gasto público, pero es en el mediano plazo siempre y cuando el precio se mantenga. Noten que todo lo dicho es bajo un supuesto “que el precio del petróleo se mantenga elevado”, pero estamos en un escenario extremadamente volátil e incierto.
Creo que es muy pronto para subirse al caballo de una bonanza petrolera como afirman algunos analistas o periodistas, primero, porque está demasiado volátil su precio en el mercado; y segundo, porque si se quiere una política de gasto para reactivar la economía y reducir el desempleo, esta no puede desembocar en generar gastos permanentes sin que antes se realice una reestructuración tributaria, así como reordenamiento del Estado. Si no lo hacemos así, estaríamos asumiendo el riesgo de quedarnos con la deuda gigante que tiene el Estado, sin ingresos y altos gastos, si el supuesto de precios del petróleo elevados por un periodo prolongado no se cumple, sería un riesgo inasumible.
Creo que hay que hacer un llamado al gobierno a usar estos recursos de forma prudente, y a ser muy conservadores al asumir riesgos fiscales, más en un escenario tan volátil y cambiante, más porque ni siquiera la plata ha entrado al fisco, y ya están pensando en gastarla. Lo producente es usar estos recursos cuando lleguen para restructurar la deuda o para realizar inversiones que no generen gastos de largo plazo.
Si el precio del petróleo se mantiene sobre los 100 dólares no se puede echar por la borda la idea de una reforma tributaria que sostenga al Estado, y una reestructuración del gasto que permita tener un Estado eficiente, pero sin ser despilfarrador, porque lo único cierto es que en el largo plazo el precio bajará empujado por la transición energética de las economías desarrolladas. Es decir, hay que aprovechar esta oportunidad de oro para sanear las finanzas publicas sin que sea un proceso traumático, porque no tendremos una segunda oportunidad y desaprovecharla seria un acto de estupidez inimaginable.