Ahora que está de moda recurrir a la Real Academia Española de la Lengua para definir sobre aspectos varios, yo tampoco quise quedarme atrás y consulté el significado de la palabra “Caudillo”, que etimológicamente, según el Diccionario de la Lengua Española proviene del latín tardío capitellum, vocablo que es diminutivo del latin caput, que significa cabeza. De acuerdo con el mismo documento, esta palabra tiene tres acepciones: jefe absoluto de un ejército, hombre que encabeza algún grupo, comunidad o cuerpo y dictador político.
De las tres acepciones, me quedo con la segunda, muy especialmente porque ésta, en las últimas décadas estuvo encarnada en un personaje al que hoy quisiera dedicarle esta columna.
La semana pasada, el senador Horacio Serpa Uribe, miembro insigne de la coalición organizada por el Exministro Juan Fernando Cristo, en un último acto de caballerosidad y generosidad, dio un paso al lado, luego de la denuncia del manoseo que sufrió la totalidad de los miembros de la lista liberal al Senado de la República, hombres y mujeres ilustres quienes a la fuerza fueron encabezados por un representante a la Cámara que tiene como argumento principal de su designación, algo muy relevante en su carrera política: su juventud (¿?).
Cuando en 2014 se estaba pensando en quien sería el peso pesado que por el liberalismo se enfrentaría a la novedad del Expresidente Álvaro Uribe Vélez, quien de manera absurda se eternizaba en la arena política colombiana bajo la figura de Senador de la República, sin duda alguna, el llamado a cumplir ese papel era el quien junto con Uribe Uribe, Gaitán Ayala y Galán Sarmiento, es digno de ser llamado Jefe: Horacio Serpa Uribe, sin embargo, y aplicando el refrán de que la política es dinámica, tales pergaminos ya no son suficientes para que encabece de nuevo la lista Liberal al Senado.
Con el anuncio de su paso al lado, se cierra un ciclo en la política colombiana y con él, una era que ha marcado para bien, al liberalismo colombiano. Con el paso al costado del Jefe Horacio Serpa Uribe, se acaba la era del caudillismo liberal, no sólo porque las sociedades colombianas ya no se aglomeran con tanta facilidad alrededor de una idea, de un objetivo común, sino porque ya no hay hombre o mujer que logre suscitar ese sentir, encarnándolo de tal manera que la enunciación de su nombre sea suficiente para marcar al rojo vivo en las mentes y los corazones de las personas, ese punto en el horizonte al que se quiere llegar, ese ideal que se desea alcanzar, esa utopía que se anhela materializar.
Una de las características que la historia se ha encargado de demostrar de manera ferviente es que el caudillismo liberal es inmune a los delfinazgos, a las herencias electorales, a las maquinarias que son parte de patrimonios familiares, sucedió con Uribe Uribe, con Gaitán Ayala, con Galán Sarmiento (a pesar de que sus hijos quieran capitalizar su apellido, el llamado Galanismo, nunca volverá a ser lo que fue en la década de 1980), algo que podría repetirse con éste, el último caudillo liberal.
Finalmente, a pesar de los escándalos, de los errores que como humanos (¿y humanas?) cometemos, el Jefe Serpa Uribe será recordado por sus debates, su histrionismo y su lucidez. El Congreso de la República sin lugar a dudas pierde un gran líder político.