El Presidente Juan Manuel Santos gano la primera magistratura del país gracias a la paz. Y es que su triunfo en 2014, tras perder la primera vuelta, se debió a una mezcla entre maquinaria y un voto de opinión que se movilizo por su anhelo de terminar el conflicto con las Farc. De esta manera Santos, un neoliberal reconocido, logro lo impensable, como poner a actores tan disimiles como Piedad Córdoba, Gustavo Petro, Claudia López, Clara López, Vargas Lleras, Roy Barreras, liberales, conservadores, sectores indígenas y campesinos a votar por él.
Esos millones de votos de ciudadanos que le dieron la presidencia del país, esperaban que el mandatario respondiera a dicha confianza llegando a un acuerdo definitivo con la guerrilla, lo cual cumplió, y que iniciara un proceso de fortalecimiento de la presencia estatal en las regiones para lograr la paz territorial. La paz sin inversión en las zonas azotadas por la guerra es una paz algo insípida, pues de lo que se trata es de cerrar brechas sociales entre la Colombia urbana y la rural, y eso es lo que no se ve reflejado en el actual proyecto de presupuesto general de la nación.
Según el proyecto de Presupuesto para el 2018 de un total de 235,5 billones de pesos, los gastos de funcionamiento crecen 6,3 % al pasar de $140,5 billones en 2017 a $149,3 billones. Mientras tanto, los gastos de inversión, que son los que más interesan al ciudadano como salud, educación, cultura, infraestructura etc. se reducen 16,8 % al pasar de $41,2 billones este año a $34,2 billones para el 2018. El rubro de postconflicto representa 2,4 billones de pesos, es decir el 1,01% del presupuesto ¿realmente con este monto se va a transformar a Colombia? Con esta cifra el presidente le incumple al electorado que lo apoyó para resolver lo que Belisario Betancourt definió como las causas objetivas de la guerra como la pobreza, la falta de cobertura de servicios e infraestructura pública, el desempleo etc.
Con ese presupuesto se defrauda la confianza ciudadana que lo eligió para materializar no solo el desarme de las Farc, sino de la paz en el territorio a través, en gran parte, del gasto público. Pues como dijo alguna vez el mismo Presidente Santos: “En la vida política el amor se expresa de la novia hacia acá con votos y de aquí hacia allá con presupuesto e inversiones”, pues la “novia le cumplió” y a punta de votos, para consolidar la paz, lo llevo al triunfo y él ni por enterado se da, pues su presupuesto para postconflicto es por decirlo pírrico.
Las fuerzas políticas y sectores sociales que creen que la paz es más que la desmovilización de la guerrilla, deben concebir una coalición que permita construir un plan de gobierno que llene de contenido el amplio espectro que representa la paz y que lo defienda políticamente en las próximas elecciones al Congreso y a la Presidencia. Con este presupuesto poco “amoroso” con la paz el próximo gobierno debe inyectar los recursos suficientes para permitirle a Colombia soñar con una sociedad más incluyente, más equitativa y justa, principalmente con las regiones más abandonadas. Como dice el refrán: “Hechos son Amores y no Buenas Razones”.