¿El país que queremos es uno que apela a la violencia para intentar despertar a un gobierno que no comprende a la gente que cree gobernar? ¿Es un país que no vota o que lo hace sin pensar y repite una y otra vez errores, porque elige a quien luego tiene que sufrir, por su incapacidad para gobernar? ¿Queremos una Colombia con sus carreteras bloqueadas, y con la policía atacando a su propia gente, que juró proteger? ¿El país que queremos es el que responde a intereses que no son los de su pueblo, como una guerra contra las drogas que lo está destruyendo? ¿La Colombia que queremos es la que depende de decisiones de otros países, que le imparten órdenes, y que renuncia a ser dueña de su propio destino? ¿El país que queremos es el que les roba la esperanza a los jóvenes para vivir, tener futuro, formarse, trabajar y liderar? No, este no es el país que queremos vivir.
El país que queremos vivir es una Colombia donde podamos ser lo que somos capaces de ser para nuestras familias y para nosotros mismos. Es el país donde cada día sea de crecimiento, en el que tengamos la oportunidad de construir lo que pensamos deben ser nuestras vidas. Una Colombia que reconozca, incluya y entregue el manejo de su destino al conjunto de naciones que la componen: la nación de la niñez, la campesina, la juvenil, la diversa, la feminista, la indígena, la de las víctimas, la del adulto mayor, la defensora de los derechos para la naturaleza y la territorial.
El Nuevo Liberalismo debe ser el partido que represente e interprete políticamente a ese conjunto de naciones, el partido de la gente, de la democracia y la territorialidad. No un partido de delfines, ni de “los Galán”. Se trata de un espacio de propuesta, donde reivindiquemos el sentido ético que debe tener el liderazgo político y moral: la ética del cuidado de la dignidad humana y del planeta. El partido del renacer de una esperanza asesinada. El partido en el que no permitiremos que nos vuelvan a robar la esperanza de un país en paz, como lo afirmó el Papa Francisco durante su visita a Colombia.
Todos somos responsables de esta explosión social inédita en nuestra historia. Las viejas fórmulas de componendas palaciegas entre élites políticas que hace mucho tiempo dejaron de representar a la ciudadanía, ya no funcionan. Es un nuevo pacto social el que requerimos, donde todos pongamos, especialmente los que más tienen. Donde todos desarmemos el discurso político y rechacemos cualquier tipo de violencia.
Como un primer paso que permita recuperar confianza y garantizar el cumplimiento de los acuerdos con los representantes de la protesta, proponemos: una ley de soberanía ciudadana que: 1) Eleve los acuerdos a mandato legal y de obligatorio cumplimiento; 2) Autorice los recursos necesarios, posibles, prudentes y progresivos. 3) Cree una comisión ciudadana con participación de las organizaciones del paro, con claras atribuciones para garantizar su ejecución y vocería ante el gobierno nacional. 4) Veeduría internacional de Naciones Unidas. 5) Disponer de medios de expresión con la ciudadanía, que incluyan una página oficial.