ES TIEMPO DE CUIDARNOS ENTRE TODOS

Opinión Por

Este sábado, un nuevo acto terrorista perturbó a Bogotá. Y mientras algunos sin tener ninguna certeza, y de manera irresponsable, lanzaron cientos de culpables (desde las FARC y el ELN, hasta la Universidad Nacional) otros preferimos hablar de la necesidad de cuidarnos entre nosotros mismos.

¿Por qué? Porque esta sociedad debe aprender de todo el dolor vivido para no permitir que quienes generan el terror desde el anonimato y la cobardía sean los que definan las decisiones de una ciudad hastiada de ser condicionada por la muerte y el miedo.

No obstante, nuestra reflexión también debe partir de actos violentos que no son tan estruendosos o mediáticos, pero que desgarran la intimidad de miles de personas que habitan esta ciudad. Las vidas que se perdieron en el Centro Comercial Andino son igualmente valiosas que las que se pierden en otros sectores de Bogotá. De allí que nuestro análisis de esta situación también nos deba conducir hacia la idea de que, tal y como lo plantea la Constitución Política, ‘todos debemos ser garantes de todos’.

Según cifras de Medicina Legal, en 2016 en Bogotá, se recibieron 1.689 denuncias de mujeres desaparecidas y 1.672 de hombres, para un total de 3.361 personas de las cuales no se conoce su paradero. Por otro lado, hay cifras escandalosas que de verdad desbordan todo límite y son las que tienen que ver con la violencia contra la mujer: En Bogotá una mujer es agredida cada 12 minutos, violada cada 17 minutos o asesinada cada 72 horas.

Estas cifras deben servirnos de espejo para darnos cuenta de que como habitantes de un espacio común, debemos trabajar en una cultura solidaria que haga emerger el valor de lo que representa cuidarnos entre nosotros mismos.

No se trata de crear frentes y contribuir a la polarización que tanto daño nos hace (esa que dice “en el gobierno tal estaríamos más seguros y viviríamos mejor”). Se trata más bien de ser vigilantes de los procesos y perseguir más de cerca los resultados de los organismos y las instituciones que están ahí para garantizar que podamos vivir en paz y tranquilidad.

Y cuando hablo de tranquilidad, no solo me refiero a los hechos de seguridad perimetral que conducen a que nosotros y nuestras pertenencias estén a salvo. También me atrevo a hablar de los bienes comunes que inciden notablemente en nuestra calidad de vida, y que todos parecemos ignorar como si no estuvieran en nuestras manos. Por ejemplo, el agua y el aire.

No parece importarnos que la calidad del aire es un asunto extremadamente importante, asociado a vidas humanas. Pocos saben que el aire de Bogotá supera los estándares aprobados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que sugiere una concentración de material particulado (PM10) inferior a los 20 microgramos por metro cúbico. Y en Bogotá, la cifra actual alcanza los 48 PM10/m3 en algunos puntos de la ciudad. Recordemos que la medida PM10 indica el material particulado que emiten los automotores que usan diésel y que afectan garganta, ojos y nariz.

Además, la mayoría ignora que un alto porcentaje de las enfermedades respiratorias que atiende nuestro sistema de salud, aparentemente relacionadas con el clima, se deben más bien a la contaminación del aire. Según un informe del Departamento Nacional de Planeación (DNP), 10,5 billones de pesos le cuestan al Estado las enfermedades respiratorias por la baja calidad del aire.

Entonces, si lo pusiéramos en términos económicos, la previsión de un aire más sano para Bogotá le ahorraría una gran suma de dinero al sistema de salud, pero ni siquiera esta razón ha impulsado a los gobiernos locales a prestarle atención a este tema; y a nosotros como ciudadanos, a exigir un mejor aire para todos.

Expertos aseguran, incluso, que de nada sirve una declaratoria de alerta roja para la contaminación del aire si no se toman medidas efectivas como el cumplimiento del Plan Decenal de Descontaminación del Aire, el cual se formuló para el periodo 2010-2020, pero que no solo no se ha cumplido sino que además tiene un rezago de varios años. Una vez más, no estamos siendo garantes los unos de los otros, y estamos permitiendo que nuestra integridad sea violentada, tal y como sucede en un acto terrorista.

¿Qué podemos hacer? Y aquí relaciono lo sucedido este sábado con el argumento de las vidas humanas. Debemos unirnos más, unirnos por las condiciones de vida digna que hacen de Bogotá una ciudad para todos: seguridad ciudadana, garantía de bienes comunes, alternativas económicas sostenibles.

Sobre lo sucedido el sábado

Precisamente ayer, el escritor Alonso Sánchez Baute reflexionaba en una columna de Semana sobre la forma en que sirvieron las redes sociales para sembrar odio tras el atentando en el Centro Comercial Andino. Un día antes, el padre Francisco de Roux también se refirió a este tema y comparó la reacción de los ciudadanos ingleses tras el atentado de Manchester, con la de los ciudadanos colombianos después del atentando en el Centro Comercial Andino.

Mientras que los ciudadanos ingleses, en un gran acto de unidad, hicieron un llamado a no temer y a permanecer juntos, orando y siendo garantes de actos pacíficos como solidarizarse con las víctimas y ofrecer ayuda, los colombianos decidimos atacarnos entre nosotros y atacar el actual proceso de paz.

En su columna, el padre Francisco de Roux también habló de que lo importante es entender que hay grandes cosas que tienen que unirnos a todos, que no son negociables entre nosotros, que son las que nos hacen crecer como seres humanos y como nación: la protección de la vida entre todos, el respeto a la dignidad de unos y de otros, y la seguridad mutua que nos damos confiando los unos en los otros.

Como lo ven, sale una vez más a relucir el planteamiento fundante de la Constitución de que todos somos garantes de todos, y en la medida en que entendamos que nuestros actos pueden contribuir a la formación del pensamiento solidario o a la autodestrucción; a la vigilancia de los bienes comunes que nos competen a todos (como el aire) o a ‘hacernos los de la vista gorda’ con temas que inciden en nuestra calidad de vida, seremos una sociedad más compacta y fuerte.

Otra cosa en la que también tenemos que pensar es en que la muerte y el terror no pueden ser el principal instrumento de poder, ni el impulso para la toma de decisiones. Cabe anotar que en un momento significativo de nuestra historia, en el cual debemos masificar vivencias de paz y en el que otras dinámicas pueden ser posibles (como nuevas formas de relacionarnos con el otro), los comentarios odiosos deberían desaparecer de nuestras conversaciones para abrirnos a análisis más justos.

En lo que respecta a la política y como este tipo de hechos se prestan para que algunos saquen partido de las situaciones y dejen ver su ímpetu separador y segregador, tengamos en cuenta que al repetir estos mensajes, estamos cayendo en su juego, en el juego del odio y no en el de ser garantes de todos. Es tiempo de derrotar al odio, es tiempo de cuidarnos los unos a los otros.

Comunicador Social, ex-candidato a la Cámara de Representantes por Bogotá, creador del Liberalismo Ambiental, el Liberalismo Creativo y Liberalismo Científico, cofundador de la Plataforma Ciudadana Creatividad para Colombia. www.andresguzman.co