No hay duda que en este 2022 tendremos en Colombia unas extrañas elecciones, tanto para Congreso, como para seleccionar los candidatos a la Presidencia y posteriormente para elegir en primera y segunda vuelta.
¿En qué radica lo extraño de estas elecciones? En varias circunstancias que sumadas nos pueden terminar dando un resultado inesperado o si se quiere eligiendo candidatos inesperados. En primer lugar, es importante recordar que la mayoría de las democracias de la región están en cuestión, con bajos niveles de participación electoral, con alta fragmentación del sistema de representación política, con tendencias a que ciertos gobernantes empotrados en el poder terminen manipulando los procesos electorales. En segundo lugar, tenemos tanta proliferación de aspirantes, que a estas alturas no es claro quiénes serán realmente los candidatos presidenciales más representativos de los distintos segmentos del espectro político, lo cual se refleja la variedad de aspirantes en que unos creen que van a ganar porque son buenos echadores de discurso en plaza pública, otros porque creen interpretar lo que esperan sectores sociales populares y en esa medida van a liderar los grande cambios con los que sueñan sus electores, otros porque tienen algún antecedente como gobernantes locales o regionales y finalmente los que creen ser los ‘guardianes’ de un orden o un modelo de desarrollo que supuestamente garantizaría estabilidad. Lo único que parece cierto, por el momento, es que ninguno va a ganar en primera vuelta y por consiguiente, todo quedará para ‘volver a barajar’ y ganar en la segunda.
Aunque suene pesimista, la elección del Congreso no variara en gran manera, no porque se vayan a re-elegir exactamente los actuales congresistas –habrá renovación de caras y nombres, aunque veremos de nuevo las mismas ‘bancadas’, que realmente reflejan el peso político regional y sus cuestionadas prácticas los partidos tradicionales como el Liberal, el Conservador, Cambio Radical, Centro Democrático, el Partido de la U renovaran sus representaciones al Congreso, así como las denominadas ‘Casas Políticas Regionales’-. Probablemente algunas listas novedosa como la de ‘Estamos Listas’ puedan lograr algunas representaciones y ojalá que lo consiguieran, así como las listas que representan a sectores de la izquierda tradicional –que pueden llegar a incrementar algunos de sus elegidos, dependiendo de la capacidad de estimular votantes de esa franja-, así como el bloque que se denomina la Coalición de la Esperanza –donde no hay duda, se encuentra un grupo de buenos candidatos-.
Ahora bien, la pregunta acerca de qué va a reflejar las llamadas ‘consultas populares’ y la elección de Congreso en marzo. Que haya más o menos votantes por una determinada ‘consulta popular’ no significa que esa será la potencial ganadora en primera vuelta presidencial –entre otras porque nadie garantiza que efectivamente los que pierdan esa ‘consulta’ van a estar comprometidos en trabajar y apoyar la aspiración presidencial. Pero adicionalmente puede darse poca participación en una ‘consulta’ determinada y sin embargo, luego reflejarse en una alta votación relativa en primera vuelta presidencial. Por ello el interrogante es si tienen sentido esas ‘consultas. Después de las ‘consultas’ puede entrar en todo su esplendor el juego sucio contra determinados candidatos, en lo cual son especialistas muchos manejadores de imagen y claro, también siempre manejo de los sondeos de opinión no hechos de manera suficientemente transparente. Es decir, las campañas presidenciales tendrán un largo camino por recorrer y un alto nivel de incertidumbre a enfrentar.
Lo más claro en la elección de marzo será la nueva correlación de fuerzas políticas en el Congreso y los desafíos que tendrán por delante los aspirantes presidenciales si quieren llegar a tener suficiente gobernabilidad.