La transcrita frase de Su Santidad identifica un pensamiento claro y un compromiso fervoroso, por lo que los colombianos llamamos genéricamente la paz. Es el proceso que se desarrolló en La Habana entre el gobierno del Presidente Santos y las farc, son los acuerdos que se firmaron en el Teatro Colón de Bogotá, es la aprobación que les impartió el Congreso Nacional, es el cese al fuego bilateral y definitivo, es el desarme de la agrupación guerrillera ante las Naciones Unidas.
Al despedirse de la muchedumbre reunida en Cartagena para participar de la eucaristía que ofreció y escuchar su palabra, el Papa Francisco dijo que no nos podíamos quedar en el primer paso, sino que debíamos continuar hasta el alcance total de los propósitos. En su palabra se sintió la importancia de terminar con éxito el proceso de reconciliación con el eln, la de consolidar con hechos y realidades los adelantos alcanzados y la de aprovechar esta oportunidad histórica para transformar a Colombia, lograr entendimientos plenos para la concordia y conseguir para todas y todos el bienestar que merece nuestro pueblo sacrificado por la violencia y la desatención.
Francisco vino a enseñarnos a los colombianos a entendernos en la diferencia, a respetarnos oportunidades y espacios sobre la base de que todos tengamos espacios y oportunidades, a ser firmes en la solidaridad, a abandonar la avaricia, el rencor, la envidia y la arrogancia. El papa quiso comprometernos con el perdón y a respetar a los demás como cada uno respeta a los suyos y se respeta así mismo. Fueron cuatro días maravillosos en los que el potentado y el pobre, el católico y el evangélico, la joven y el viejo, todos, pudimos mirar al país y a la comunidad colombiana con los ojos de un pastor cuyo único interés es la convivencia y la equidad.
El que no aprovechó esa mirada, compasiva y optimista, crítica y benevolente, no va a estar a la altura del compromiso que impone el mensaje papal y la Colombia en paz y justicia que merecemos. “El que se sienta libre de pecado, que tire la primera piedra”.
El Papa reclamó una Iglesia pobre y realizadora en la paz y en la equidad; rechazó a los políticos mentirosos y corruptos; fustigó los manejos económicos avaros y explotadores; censuró la riqueza mal habida incluyendo como tal la que se logra con los abusos de poder y la explotación de los débiles; denunció la concentración de los capitales que impiden el trabajo y le niegan ingreso a los pobres; exigió respeto a la naturaleza; criticó a los que impiden la paz y se mostró como el líder más grande de la época, sin ambición diferente a la de un mundo justo y en paz. “La paz es consecuencia de la justicia”, dijo.
Antes de irse ofreció el sacrifico de su sangre para que comprendamos los colombianos que es humano y vulnerable y para que nos volvamos “esclavos de la paz”. ¡Hermoso, grato, inolvidable!