El pasado miércoles 6 de enero, una de las democracias más estables y antiguas del mundo fue víctima de un intento de golpe de estado liderado por su presidente Donald Trump. Una horda de extremistas, fanáticos, racistas; enceguecidos por la rabia y el odio derivados de las mentiras repetidas una y otra vez por Trump y sus aliados sobre un “fraude” que nunca existió en las pasadas elecciones presidenciales de noviembre, decidió tomarse el congreso destruyendo todo a su paso. Horas antes, desde twitter y la tarima de una gigantesca manifestación, en un discurso de más de una hora, los incitó a que irrumpieran violentamente en el Capitolio Nacional. El objetivo era sabotear por la fuerza una sesión protocolaria presidida por el vicepresidente Mike Pence para contar los votos electorales y confirmar la elección de Joe Biden y Kamala Harris como presidente y vicepresidenta.
Fueron momentos de pánico, estos criminales lograron ingresar al recinto del Congreso y a la oficina de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara. Se vivió caos, confusión y enfrentamientos violentos dentro y fuera de las instalaciones, a tal punto que lograron ocupar la silla de la presidenta de la corporación y tomarse fotos, en un evidente desafío a la institucionalidad. El mundo entero desconcertado, presenció en vivo y en directo el desarrollo del intento de golpe de estado que dejó 5 personas muertas.
Lo sucedido en Washington DC deja muchas lecciones que se reflejan hacia la democracia, a nuestra conducta individual como ciudadanos y políticos. Trump, desde su orgullo personal herido por la derrota y en una condición mental patológica, intentó normalizar la mentira, el odio, la violencia y el miedo como herramientas políticas legítimas. Además, la mezcla siempre corrupta entre política y negocios particulares terminó por desfigurar la institución presidencial y su legitimidad. En Colombia el proyecto político del narcotráfico, financiado por la guerra contra las drogas, creyó equivocadamente que podría interferir ilegalmente en las elecciones de Estados Unidos para favorecer a Trump con total impunidad. Todo indica que Trump y sus aliados locales colombianos serán llamados ante la justicia. Un segundo impeachment viene en camino, impulsado por un fast track que ya tiene apoyo bipartidista. Joe Biden ha sido contundente en afirmar que quienes hayan pretendido interferir en las elecciones, responderán por sus acciones.
El camino de odio y miedo entre colombianos solo nos traerá injusticia, caos, tiranía y violencia. Como líderes debemos reflexionar sobre lo sucedido en el país del norte, promover un pacto por la verdad, desterrar el discurso que incita a la violencia, el odio y el miedo en la ciudadanía. Es hora de abrir un debate sobre la ética en el uso de las redes sociales como instrumento político. Muy importante, aunque tardía la decisión de twitter, facebook, instagram y otras redes de cerrar las cuentas que Trump utilizaba para difundir mentiras, enardecer e incitar violencia en sus seguidores. Ahora que comenzamos una campaña electoral en Colombia, esperamos que apliquen en nuestro país las mismas medidas sobre quienes usan estos instrumentos tecnológicos con el mismo propósito criminal.
Nuestra nación ha estado sumida en la violencia política durante siglos, lo que ha redundado en pobreza, subdesarrollo y falta de oportunidades para millones de colombianos. Es hora de decir no más, rechazando vehementemente cualquier tipo de actitud que premie o incite al odio hacia cualquier ideología o forma de pensar. Llegó la hora de construir una nueva Colombia que sí sea para todos.