A pocas horas de hacer entrega formal de su cargo como Presidente de Colombia, yo ciudadano colombiano, que viví y padecí la larga historia de la violencia en mi nación, que supe de masacres horrendas contra la indefensa población, que vi muchas veces, en los rostros atemorizados de mujeres y hombres, la cara espeluznante de la muerte, la que rozó en muchas ocasiones la piel de mi cuerpo, vengo a decirle: Muchas gracias Presidente Santos, por esta bocanada de Paz y de esperanza, que en medio de tantas tragedias y dolores, le ha entregado usted al sufrido pueblo colombiano.
Se va Usted con la satisfacción de haber abierto, a los ojos de nuestras gentes, los amplios y complejos caminos que, en medio de las lógicas contradicciones, nos están conduciendo a la urgente, inaplazable y necesaria Paz y Convivencia, que requiere nuestra nación. Es imposible ganar la democracia beligerante que necesitamos para construir el nuevo proyecto de nación, reclamado por mujeres y hombres, en medio de la zozobra y la sangre que genera la violencia y la lucha armada. Solo la lucha política enraizada en el respeto y la consideración que nos merecemos entre contrarios políticos será posible entender que la razón fundamental de la existencia esta regida por un comportamiento ético, en todas y cada una de nuestras responsabilidades como ciudadanos de siglo XXI.
Cuando Usted llegó a la Presidencia de Colombia, de este su país y el mío y el de millones de seres, vivíamos en medio de un brutal enfrentamiento armado que consumía a todas nuestras provincias y regiones. La muerte se enseñoreaba en todos los puntos cardinales de nuestra vasta geografía. Los hospitales y en especial el Hospital Militar de Bogotá no daba abasto en las salas de cirugía, de ortopedia, de traumatología, de cuidados intensivos, de fisioterapia, atendiendo soldados heridos y mutilados en esta loca y absurda confrontación armada.
Usted señor presidente Santos tuvo la gallardía de ofrecer a las guerrillas de las Farc, su más recio enemigo, la rama del olivo de Paz. Debemos decir con toda la sinceridad y franqueza que nos caracteriza, que ellos escucharon su propuesta y dispusieron de sus mejores hombres y analistas políticos para asistir a la compleja mesa de negociación, que con la fraternidad que ha distinguido, ofreció Cuba y su reconocida dirigencia histórica.
Somos conscientes de las dificultades que todavía enredan los complejos caminos de la Paz. No es, ni ha sido una tarea fácil. Las cifras que hablan de 260.000 muertos generados por la violencia en estas últimas seis décadas de conflicto armado tienen que impactar aun, a los corazones muy duros de algunos hombres y mujeres que no aceptan los resultados tangibles que nos ha traído la Paz acordada y firmada en La Habana, Cuba.
Es indiscutibles y nuevamente lo digo, la imagen del Hospital Militar que hace algunos pocos años no daba abasto atendiendo los centenares de heridos que venían de zonas de combate con las guerrillas de las Farc, hoy esos pabellones están solos y a Dios gracias, los jóvenes soldados colombianos que podían estar allí, no lo están, comparten momentos de tranquilidad y felicidad con sus amorosas familias que rebosantes de dicha los reciben en su seno.
También quiero expresarles las gracias a las FARC-EP. Ellos tuvieron el inmenso valor de reconocer que por el camino del odio y de la violencia, era imposible construir un nuevo Proyecto ético de nación. Que persistir en la violencia un día más, los costos intangibles sobre el inconsciente colectivo del pueblo eran abrumadores.
Me acompaña la convicción que más temprano que tarde la sociedad colombiana reconocerá con creces la decisión certera de haber sido capaz de abandonar la lucha armada como vehículo para alcanzar el poder, entelequia que afortunadamente los guerrilleros de las Farc entendieron y concluyeron que el poder no se toma, ni se asalta, sino que se construye laboriosa y éticamente, desde el corazón autentico de las comunidades.
Puede irse tranquilo, Presidente Santos. Las generaciones de colombianos, presentes y futuras agradecen el gesto valiente y generoso cuando usted decidió firmar la Paz y abrir un futuro democrático de confrontaciones políticas y sociales, donde los colombianos nos tratemos como parte y contraparte en la construcción de alternativas, beneficiosas para el país, nunca más como enemigos.
Dios guarde al “Presidente de la Paz”.