América Latina se caracterizó, especialmente en el Siglo XX, por ser una región libre de armas de destrucción masiva y nucleares, ser históricamente una región unipolar, especialmente en el periodo de la guerra fría -tuvo solo la influencia del polo hegemónico norteamericano-, igualmente ha tenido a lo largo del último siglo el menor número de conflictos interestatales -comparado con Europa, Africa y Asia- y por ello mismo poco relevante en asuntos estratégicos globales. Situación que ojalá se siga manteniendo.
El TIAR (Tratado de Asistencia Recíproca) fue parte de la estructura de Seguridad Regional que en el contexto de la guerra fría promovió la potencia hegemónica y fue formalizado en 1947 a través del Tratado de Río de Janeiro, así como la OEA, creada en la reunión panamericana de Bogotá de 1948, fue el paraguas político. Pero el TIAR empezó a hacer agua con la guerra de Malvinas entre Argentina e Inglaterra en 1973, en la cual USA prefirió apoyar a su aliado histórico Inglaterra, antes que a Argentina como lo establecía el TIAR. Por ello y de manera progresiva el TIAR fue perdiendo relevancia regional y visto, en ese contexto de la guerra fría, más como un mecanismo utilizado por los norteamericanos para legitimar intervenciones unilaterales en países de la region -especialmente del Caribe y Centroamérica-. Varios países se retiraron del mismo como México y Venezuela, alrededor de la reunión de la OEA de 2003 sobre Seguridad realizada en México. Posterior a la terminación de la guerra fría el esquema político y de seguridad hemisférico empezó a modificarse y por ello suena un poco anacrónico, tanto los ruidos de guerras interestatales, como la invocación a un mecanismo casi obsoleto.
Es verdad que históricamente con Venezuela, pese a ser vecinos, hemos tenido historias políticas distintas. En Venezuela el caudillismo militar ha sido una constante, a diferencia de Colombia donde mal que bien hemos contado con un régimen democrático. Igualmente es verdad que tenemos una situación de límites sin resolver -delimitación de aguas marinas y submarinas- y que a finales de los 80s en el gobierno del Presidente Barco, tuvimos el incidente de la Corbeta Caldas en el golfo de Coquivacoa -el momento más tenso de una eventual confrontación militar- y es altamente probable que desde entonces, tanto las Fuerzas Armadas colombianas como las venezolanas, tengan como hipótesis de guerra, la eventualidad de una confrontación militar -como seguramente se tiene igual con Nicaragua-, las disputas limítrofes siempre han sido una causa de posibles enfrentamientos militares interestatales.
Pero de ahí a considerar que esos juegos de guerra, propio de los ejercicios de preparación de las Fuerzas Militares en toda sociedad, se vaya a pasar a un conflicto real no solo hay mucho trecho, sino sería una irresponsabilidad de los dos gobiernos. Es verdad qué hay en el país vecino una crisis política y una crisis humanitaria y que está bien que nosotros tratemos de ayudar a su solución, facilitando y promoviendo el diálogo político serio entre venezolanos, entre las Fuerzas políticas del gobierno y la oposición para encontrar las salidas más adecuadas -es lo que ha venido promoviendo Noruega con su experiencia como facilitador para la solución de conflictos políticos internos- y en lo cual puede ayudar mucho Naciones Unidas como garante.
Pero enfrentamientos militares entre países hermanos eso debe ser descartado de tajo. No puede acudirse irresponsablemente a La discusión no es cual es el mejor ejercito o aviación, el tema es que esa posibilidad no debe caber en el mundo actual y no puede ser un factor de distracción para ninguno de los gobiernos.