Las decisiones que toma el gobierno del presidente Iván Duque no dejan de sorprender a la opinión pública nacional e internacional, por la arbitrariedad que él, sus funcionarios e incluso los miembros de su partido comparten. Esta semana sorprendió en una entrevista a la emisora caracol, la declaración de la primera dama en la que indicó que “le teme más a la violencia ciudadana que a la represión policial”, ¿Algún asesor prepara estas frases? ¿Son creación propia? ¿Qué será peor? Definitivamente la primera opción porque ese asesor comunicacional lo estaríamos pagando con nuestros impuestos.
El Ministro de Defensa, que inexplicablemente continúa en el cargo, con el único fin de hacer campaña presidencial, se resiste a escuchar la opinión de varios expertos que sugieren que se adelante una reforma estructural de la seguridad y la defensa nacional. Se requiere de manera urgente debatir y aprobar un proyecto de ley marco de seguridad y defensa que desarrolle plenamente en la doctrina de la fuerza pública, el espíritu de la constitución nacional. La misión primordial del ejército, la armada, la fuerza aérea y la policía en Colombia son la defensa y promoción de los derechos humanos y las libertades individuales. Para cumplir con ese propósito democrático fundamental en el estado de derecho, el gobierno nacional debe abandonar esa perversa estrategia de politizar a las fuerzas militares y de policía. Gravísimo error que pone en peligro la línea y unidad de mando, así como las garantías ciudadanas.
Sin embargo, esto no fue lo que más me causó sorpresa -que ya asombra porque parece que estuviésemos normalizando estas actuaciones-, sino un reportaje donde se señala a la cancillería de bloquear las visas a periodistas extranjeros. Con esto se busca restringir la libertad de prensa -un derecho fundamental- con un tufillo dictatorial -al mejor estilo de Hugo Chávez y Nicolás Maduro- al censurar el cubrimiento periodístico internacional en Colombia.
Agregado a lo anterior, se pretende de manera sistemática cerrarle el espacio a la crítica, a cualquiera que sea “una piedra en el zapato” y volver la labor periodística un comité de aplausos, en medios no de información y comunicación sino de propaganda, que alaben todo el tiempo al presidente. Con esta clase de decisiones, la institucionalidad democrática en su conjunto se ve amenazada, en uno de sus pilares medulares: la libertad.
Colombianos, debemos informarnos de todo lo que pasa, estar alerta. Nos quieren imponer el miedo, la manipulación y que estos sean los determinantes del triunfo y la derrota en las próximas elecciones. Está en juego nada menos que nuestra libertad, 201 años de historia y 10 generaciones de compatriotas que creemos en ese principio fundamental de la dignidad humana.