Tiene que ser una persona muy insensible para que no se le arrugue el corazón frente el drama que sufren hoy los mas de 5.000 migrantes en Tijuana, Méjico. Acosados por el hambre, la violencia y la falta de oportunidades, desde sus tierras de origen, en este caso Honduras y Centroamérica. Ellos están decididos a pagar hasta el precio de la vida por lograr el reconocimiento mínimo de sus Derechos Humanos.
Los migrantes han cambiado la perspectiva del mundo. Son miles personas desesperadas que huyen con sus familias de la tragedia de la guerra, de la violencia, del hambre, de los tiranos de turno, del fanatismo, del racismo y de los múltiples odios que como homo sapiens hemos engendrado y parido en nuestros cerebros.
Pareciese que la antigua contradicción entre el cerebro del reptil que permitió la vida en condiciones dramáticas y el cerebro racional del homo sapiens, haya sido ganada por el primero, que caracteriza en nuestros tiempos la filosofía del capitalismo salvaje, del individualismo a ultranza y la negación de la solidaridad, valor que fue logrado en condiciones subhumanas, muy difíciles, en las cavernas prehistóricas.
¿Tenemos el derecho a preguntarnos porque hemos caído tan bajo en la escala de valores éticos que rescataban la vida y su dignidad como bien supremo de la especie humana sobre la faz de la tierra? ¿Qué pasó en la compleja estructura mental si desde el hombre primitivo de las cavernas habíamos logrado llevar la solidaridad ha principio fundamental en la evolución humana?
En el siglo de las luces fuimos capaces de debelar todas las energías, incluida la atómica, que nos permitió asomarnos al infinito de los espacios siderales. El estudio de la genética nos capacitó para lograr mejores seres vivos y posibilitar mejores cosechas. Con estas dos herramientas fundamentales estábamos en condiciones de derrotar el hambre y la miseria. La gente buena creyó que las épocas de las hambrunas se habían quedado inexorablemente atrás y para siempre. ¡Qué equivocados estábamos! La maldad humana cambió las reglas y el progreso logrado fue acaparado por unas pocas familias que decidieron repartirse la tierra y sus riquezas y condenar para siempre a los pobres y desheredados de la tierra.
Lo que hemos visto últimamente es el cuadro aterrador de mujeres, niños, ancianos y adultos atravesando selvas, ríos, desiertos, paramos, carreteras y caminos, buscando un sitio donde vivir con dignidad y donde levantar su familia y eso es lo que los poderosos han quitado, cubriendo el mundo de alambre púas por todos los puntos cardinales, impidiendo el desarrollo mas profundo de una agricultura con verdadero sentido social, fraternal y comunitario, que apaleara el hambre.
El caso del presidente Donald Trump es doloroso. Carece de cualquier sentido de humanidad y acostumbra a responder siempre con la amenaza de la fuerza y la violencia. Ante las sentidas manifestaciones que analizamos, la fuerza y la prepotencia no puede convertirse en el tratamiento a los dramas desgarradores de los miles de migrantes, referenciados por la prensa y conocidos a nivel mundial.
La humanidad logró estructurar el compendio de los Derechos humanos que se han convertido en la brújula fundamental que orienta su camino, en medio de tantas irracionalidades esparcidas por el mundo.
El doloroso y angustiante caso de los migrantes deben ser visto y leído a la luz de los Derechos Humanos. Protegidos, en especial manera, sus niños, sus mujeres y sus ancianos, la parte mas vulnerable de toda sociedad.