La memoria académica del inolvidable maestro presidente del Comité Permanente de Defensa de los Derechos Humanos de Antioquia, profesor Héctor Abad Gómez y la de los 38 luchadores por los Derechos Humanos y la Paz del CPDH, a nivel nacional, vilmente asesinados, presiden este encuentro histórico, donde, con el respeto de usanza, nuestra institución de Derechos Humanos se presenta ante la Jurisdicción Especial para la Paz JEP, como víctima colectiva.
Debo reconocer ante ustedes que las lágrimas brotan fácilmente por mis ojos cuando trato de reconstruir en mi memoria, la vida generosa y solidaria de tantos luchadores por la justicia, la Paz y los Derechos Humanos, asesinados cuando su único pecado fue el de levantar sus autorizadas voces, para clamar por un: Basta ya a la violencia y al asesinato de tanta gente buena y trabajadora de Colombia.
El infierno en el que convirtieron a Colombia las bandas homicidas, desde los cuatro puntos cardinales, solo Dios podrá perdonarlos. El día de su asesinato que sacudió nuestras almas, el profesor Héctor Abad Gómez asistía, junto a su joven colega y seguidor de sus pasos académicos el Dr. Leonardo Betancur Taborda, a la velación de otro dirigente social, 24 horas antes asesinado, el presidente de ADIDA, Asociación de instructores y maestros de Antioquia, el Dr. Luis Felipe Vélez. Hasta allí llegaron los asesinos, para descargar sus armas automáticas de guerra, sobre los cuerpos indefensos de estos dos valientes médicos, fieles cumplidores del código Hipocrático, que enseña desde los brillantes tiempos de los griegos: La razón fundamental de los médicos es preservar y defender la vida contra todas las agresiones existentes.
Por doquier, siguen cayendo acribillados por las balas homicidas, colombianos de diversas condiciones. Los autores buscan preferencialmente mujeres y hombres de sensibilidad social: Profesores, estudiantes universitarios, campesinos, amas de casa, cuya afrenta es ser defensores de Derechos Humanos, presidentes de acciones comunales, colombianas y colombianos inquietos por la grave situación social que corroe el alma de la nación colombiana.
Aterra, respetada Magistrada, el inusitado incremento de masacres de ciudadanos colombianos campesinos, a lo largo y ancho de la geografía nacional.
En mi pasada columna de prensa titulada “Semana de reflexión” me permití llamar la atención a mis apreciados lectores sobre la grave masacre vivida por la indefensa población del “Alto Remanso” en el municipio de Puerto Asís, en el departamento del Putumayo. Hombres encapuchados portando armas del ejercito nacional dispararon indiscriminadamente contra mujeres embarazadas, niños, indígenas y directivos de la Acción comunal de esa Colombia olvidada. Estos homicidios no pueden quedarse impunes, como no pueden quedarse impune las muertes de decenas de defensores de Derechos humanos, asesinados a mansalva en el territorio nacional. Desde este sagrado reciento de la Jurisdicción Especial para la Paz JEP, levantamos nuestra voz clamando y exigiendo Justicia.
Constriñe el corazón saber cómo están siendo asesinados los colombianos que firmaron los Acuerdos de Paz, de La Habana, creyendo en la palabra del Estado. En estos momentos son más de 220 los asesinados, entre mujeres y hombres.
El Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos (CPDH), somos una organización no gubernamental creada en desarrollo de las conclusiones del I Foro Nacional por los Derechos Humanos y las Libertades Democráticas en Bogotá 1979. Queremos fraternalmente recordar que nuestra misión es defender los Derechos Humanos y proteger a la población civil del conflicto armado en Colombia.
Como herederos legítimos de los visionarios que en 1979 crearon las bases éticas y morales de nuestra institución, nosotros nos comprometemos a continuar defendiendo su legado y construyendo una nación soberana, justa, incluyente, pacífica y profundamente defensora de los DD.HH.