Para nadie ha sido ningún secreto que la política exterior que hemos tenido en los últimos años ha sido una colcha de retazos llena de errores, poco entendimiento de las relaciones exteriores y funcionarios muy poco capacitados para tan importante campo de la política de un Estado. Como colombianos nos hemos acostumbrado a esto y a “pasar pena” con las intervenciones y participaciones de los funcionarios del gobierno. Se nos volvió normal ver las reacciones en redes sociales, los memes, los chistes y las burlas debido a los constantes desaciertos de quienes hablan en nombre de Colombia por parte del gobierno.
Pero no podemos olvidar nunca lo que hay detrás de esta normalidad y es el detrimento sistemático de nuestro servicio exterior y de nuestra proyección como país en el sistema internacional. No podemos seguir con funcionarios de nuestro servicio diplomático que no hayan pisado la Cancillería antes de su nombramiento, no podemos seguir eligiendo gobiernos que no entiendan la política exterior y que se pase por la faja la imagen del país en el mundo.
Sucesos como las recientes declaraciones del Ministro de Defensa en Israel donde afirmó que Irán era enemigo de Colombia o las intervenciones de las que fueron protagonistas algunos dirigentes del Centro Democrático en las elecciones presidenciales estadounidenses del año pasado, son solamente unas de las manifestaciones de la profunda falta de respeto institucional hacia nuestra política exterior. Patéticas las afirmaciones del Ministro Molano, así como la diplomacia pro-Trump de muchos congresistas y funcionarios estatales pertenecientes al partido de Gobierno
Nuestra proyección internacional tiene que dejar de tomarse como una actividad secundaria y un juego, nuestras embajadas tienen que dejar de ser el lugar donde escondan a personajes públicos y privados que deban salir de la esfera pública por un momento. Tenemos que comenzar a tratar nuestra política exterior como un recurso vital para el desarrollo de nuestro país, como una herramienta transversal a todas las propuestas y metas que asumamos en los próximos años.
Por eso, el reto es forjar una política exterior decente, con un servicio exterior que tenga experiencia, que esté calificado, que haya tenido un acercamiento de años a la planeación y ejecución de políticas exteriores; ningún servidor público puede pasar por encima de la autoridad de la Cancillería en materia de relaciones exteriores, como todo el tiempo lo hacen ministros y funcionarios del gobierno. Tenemos que recuperar el respeto que nuestra política exterior necesita para poder construir una proyección internacional coherente y que responda a las necesidades y metas de nuestro país, no a la falta de criterio de quienes, últimamente, hablan por todos los colombianos.