En vista de la declaración de la Dirección Nacional del Partido Liberal sobre la Reforma Política, donde se afirma que “El Liberalismo colombiano aprobará las listas cerradas para las elecciones de corporaciones públicas”, vale la pena preguntarse si dicha decisión ha sido consultada con las bases del Liberalismo, ya que he hablado con un número plural de líderes comunales, ediles en ejercicio y ex candidatos a ediles que no compartimos el sentir de dicha propuesta.
Si bien es cierto es necesario el fortalecimiento de los partidos políticos en nuestro país, la transición a listas cerradas se debe dar en un ambiente de consensos, donde los líderes de base que somos los que tenemos contacto directo con las comunidades, estemos de acuerdo con las decisiones de tal magnitud. No basta pues con solo proponer listas cerradas, sino se debe hablar del cómo se van a conformar dichas listas. Los promotores de las listas cerradas afirman que tomando esta vía las campañas políticas dejarían de costar tanto dinero. No podemos negar la realidad que las campañas políticas están costando mucho dinero, una campaña a una Junta Administradora Local en la capital puede llegar a costar entre 100 a 150 millones de pesos, y una campaña al Concejo de la capital entre 800 y 2000 millones de pesos. Pero, si de opciones para escoger el orden de las listas cerradas se trata, una de ellas es la de una consulta interna, donde los militantes del partido voten y en orden de votación se conformen las listas. Otra la de una consulta popular donde los ciudadanos -no necesariamente militantes del partido- voten por el candidato de su preferencia.
El análisis es el siguiente: ¿No se pasaría la compra votos – y también de militancias políticas- a las consultas atípicas que realicen los partidos? Tomando como ejemplo las elecciones territoriales del año 2015, ¿No estaríamos cambiando los vicios de corrupción de octubre a abril? (Fecha donde se realizó la elección atípica). Si este es el camino solo estaríamos cambiando de fecha los malos manejos de las campañas, pero los vicios de corrupción seguirían permeando las elecciones.
Otra opción es la de volver al bolígrafo, donde los caciques políticos serían los que decidirían el orden de esa lista y por ende solo quedarían en los mejores puestos los amigos del cacique de turno, dejando a un lado a los nuevos líderes que no tienen amistad política con ningún “gran cacique”.
Estimados directores del Partido Liberal, el llamado es a dar el debate con las bases del Liberalismo, a estar en sintonía con el sentir de los líderes barriales, comunales que somos los que tenemos el contacto directo con las comunidades.