Los colombianos nos hemos acostumbrado a indignarnos por los escándalos en materia de nombramientos en la Cancillería, que tristemente descubrimos casi todos los días. Esto no comenzó con este gobierno, pero el Presidente Duque ha ido más lejos que nadie en utilizar el servicio exterior como un botín político, disponible para pagar favores y nombrar parientes.
El Nuevo Liberalismo, en particular nuestra candidata al Senado, la experta internacionalista Sandra Borda, ha denunciado el manejo clientelista que le han dado los gobiernos de turno a las embajadas y los consulados. Como Presidente de la República, y como cabeza de la estrategia internacional del país, me comprometo a transformar el servicio diplomático y mejorar su inserción en el escenario internacional. Con el apoyo de nuestra bancada al Congreso implementaremos las siguientes transformaciones:
Primero, cambiar la legislación que exige que, como mínimo, el 20% de los embajadores debe pertenecer a la carrera diplomática. Esa participación es insuficiente. Debemos aumentar este porcentaje, por lo menos, al 50%.
Segundo, hacer tan rigurosos y exigentes los requisitos para los nombramientos políticos como los que existen para designar a funcionarios de carrera. No puede ser que sea más fácil para una persona ser embajador sin ser profesional, que para una persona que le ha dedicado toda su vida al servicio exterior.
Tercero, garantizar que todas las direcciones de la Cancillería queden en manos de funcionarios de la carrera diplomática. Necesitamos acumular conocimientos y experiencia, y los nombramientos políticos no nos permiten hacerlo.
Cuarto, reformar y modernizar el sistema de evaluación y capacitación de los funcionarios de la carrera diplomática. Necesitamos un servicio exterior más eficiente, profesional y con plena vocación de servicio al ciudadano.
Quinto, convertir la Academia Diplomática en un verdadero centro de pensamiento internacional, donde se entrene a los funcionarios de carrera para hacerlos diplomáticos eficaces. La Academia, además, debe generar conocimiento sobre relaciones internacionales. Para ello, debe aliarse con las universidades de nuestro país y del exterior.
Sexto, derogar el decreto presidencial que usurpa funciones de la Cancillería para trasladarlas a la jefe de gabinete de la Presidencia. No necesitamos una Cancillería paralela en la Casa de Nariño.
Vivimos en un mundo en donde carecer de un servicio diplomático fuerte, profesionalizado y moderno tiene costos enormes. Y esos costos los enfrentamos todos los días, no solamente los colombianos, aquí en nuestro país, sino también los compatriotas en el exterior.