En medio de la estrategia política del “todo vale”, el miedo, populismo y los discursos de odio se han constituido en tres de las principales armas para tratar de conseguir votantes. Por ello, en gran parte, nuestra democracia sigue cautiva por fuerzas políticas incapaces de entender que, si no logramos avanzar hacia una profunda reconciliación en nuestro país, mantendremos a Colombia fracturada y el espíritu de la guerra seguirá siendo hegemónico en nuestra sociedad.
Mientras los ataques a los adversarios, sin importar que estén cargados de mentiras, los discursos populistas llenos de promesas falsas y la soberbia definan la agenda de la mayoría de los aspirantes a la Presidencia, será muy difícil la construcción colectiva de una cultura política diferente en la que la democracia se logre desarrollar.
Hoy, como lo único que importa es “alborotar el avispero” y enfilar los seguidores en contra de otros candidatos, las propuestas y el abordaje responsable de los problemas han desaparecido del escenario político. Lo único que importa es atizar el odio para mostrarse más fuerte que el contrincante y destruirlo. Por eso, vemos como hasta las instituciones públicas son utilizadas para intentar derrotar políticamente al otro, como ha pasado con la Procuraduría General de la Nación, entidad que puso en marcha una política, casi selectiva, contra funcionarios que hacen política a favor de algún candidato.
También vemos como por medio de artimañas y juego sucio, desde las toldas del petrismo se han orquestado ataques a la imagen de candidatos, como Sergio Fajardo, por el temor a que representen una amenaza a sus intereses políticos. Es oportuno recordar las recientes y decadentes afirmaciones de la senadora electa por el pacto histórico, Isabel Zuleta, al reconocer que coordinó una campaña de desprestigio a nivel discursivo e institucional contra el candidato de la Coalición Centro Esperanza, con el fin de favorecer a Gustavo Petro.
Colombia no puede seguir por estos caminos. Necesitamos un verdadero cambio y eso pasa por la construcción de una mentalidad política democrática y basada en la verdad. Por eso, junto con Sergio Fajardo, el Nuevo Liberalismo se mantiene en pie para avanzar con gallardía y de la mano con la ciudadanía colombiana por el cambio que necesita realmente nuestro país. Para nosotros no se trata de destruir a nuestros adversarios, sino de servir a la gente.