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Opinión Por

Pensaba en el asunto de las Visas que tanta conmoción ha causado en todos los niveles de nuestra comunidad y recordé, entiendo por qué, el libro del famoso escritor mejicano Fernando del Paso que trata sobre el imperio de Maximiliano Primero, titulado como comienza esta columna. Pienso, a propósito, que el gobierno de los Estados Unidos cada día que pasa se parece más a un Imperio: “Organización política de un Estado que extiende su dominio a otros pueblos y que en general tiene el poder centrado en un emperador”.

No soy la única persona que lo piensa, muchísimas y muchísimos colombianos están reflexionando sobre lo mismo. No es la primera vez que sectores ciudadanos  se expresan igual. Desde el trágico episodio del raponazo de Panamá que tanto daño nos causó, en unas épocas más que en otras, los colombianos sentimos que vivimos sometidos a exigencias e imposiciones del “coloso del norte”, cuando con seguridad iguales resultados de los reclamados por los Estados Unidos se hubieran conseguido con diplomacia, explicaciones y buena amistad. Pongo un ejemplo, el regaño mundial del Presidente Trump al Presidente Duque por asuntos relativos a la lucha contra el narcotráfico, inmerecido por demás, por el cual nos sentimos humillados.

Pero nuestro Presidente calló, con lo cual envió una señal de sometimiento que a muchos nos dolió. Fácil es defender la posición de Colombia sobre la lucha denodada, costosa y sacrificada contra el narcotráfico. Si solo se midiera con muertos, el gobierno norteamericano, aún con la tozudés vacuna que lo caracteriza, entendería, Pero es mucho más, los costos, los daños al medio ambiente, las angustias de los agricultores pobres que siembran porque se mueren de hambre. Y una cosa adicional que lacera el alma: el dolor de patria que sentimos porque el Imperio no reconoce que toda esta tragedia se debe en altísima medida a los consumidores estadounidenses.

En Colombia tener Visa de los Estados Unidos en motivo de orgullo y señal de buena posición social. Aquí se dice que toca tener Visa así no haya para comer. Al contrario, la cancelación de una Visa supone que la persona “desvisada” es delincuente y el hecho es motivo de escarnio público. Las autoridades norteamericanas lo saben y por eso golpean con ese sable,  más destructor que el de un Samurái.

El episodio de la cancelación de las Visas a respetables magistrados es indignante y constituye un grado de intervencionismo repudiable. Es un acto de amedrentamiento insólito que desdice de la respetabilidad del pueblo norteamericano. Estamos volviendo a la época de “América para los americanos”, cuando ya tenemos bien entendido que los Estados Unidos no son América y que resto del continente desea vivir en paz y sin sometimientos.

Dentro de pocas semanas celebraremos el bicentenario de nuestra independencia y ya es hora de que respetemos el pensamiento de Simón Bolívar sobre la soberanía de los americanos. O al menos de que sigamos  la filosofía del gran Alejo Durán en El Mejoral: “Yo quiero a la que me quiere, y olvido a la que me olvida”.

 

Exsenador de la República. Fue Director del Partido Liberal, Candidato presidencial, Representante a la Cámara, Gobernador de Santander, Embajador ante la OEA, Procurador General de la Nación y Presidente de la Asamblea Nacional Constituyente.