Pensando en las tribulaciones del Partido Liberal recordé una vieja y conocida frase atribuida al expresidente de Méjico Porfirio Díaz, a propósito de las relaciones de su país con los Estados Unidos: “Pobre Méjico, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. Parafraseándola se me ocurrió ponerla para titular esta columna porque identifica dos aspectos que hoy por hoy marcan al partido rojo, mi único partido de toda la vida.
El liberalismo como doctrina sigue vigente, con discusiones en temas económicos, lo mismo que el criterio ideológico del Partido Liberal. Sus propuestas son las mejores, las más actuales y realistas, las que identifican de manera especial el sentir de las mayorías nacionales. Pero la Colectividad perdió la sintonía con las organizaciones populares y sociales, con trabajadores y campesinos, con profesores y jóvenes, al tiempo que cuando estuvo en posición de realizar sus propuestas igualitarias y redentoras no fue del todo eficaz, ni cumplió siempre sus compromisos.
Además, llegó la corrupción a sus filas y se hicieron presentes la desconfianza, el descontento, y las masas comenzaron a buscar otros espacios en los que tampoco les cumplieron. Aparecieron otros paradigmas y surgieron problemas interminables como la violencia. Pero la verdad es que siguen vigentes la desigualdad, la pobreza, las injusticias del campo, cientos de fragilidades. El MRL de López Michelsen se identificaba hace 60 años con la sigla SETTT (salud, educación, tierra, techo y trabajo). Hoy estaría más vigente que nunca agregándole solo la palabra paz.
En lo partidista se han hecho esfuerzos y logrado éxitos. Entre los recientes, los buenos resultados de la elección parlamentaria en 2014 y el triunfo logrado en las regionales de 2015. De ahí en adelante se esperaban más victorias y mejor cosecha. Es una lástima que no se hayan alcanzado. Lo ocurrido en las dos elecciones de este año ha sido un gran desastre. En las de Congreso perdimos 3 curules de Senado y 5 en la Cámara de Representantes. Ahora en la primera vuelta solo sacamos el 2% de la votación general.
Duele mucho el resultado de la presidencial, porque el Partido Liberal se dio el lujo de tener un candidato de los quilates del doctor Humberto de la Calle Lombana, el más destacado, el de la mejor experiencia, el apropiado para armar este país tan desbaratado. No fue falta de candidato, estábamos sobrados. Un honor haberlo apoyado.
Falló la dirección del Partido, en materia grave. Después de la consulta interna, cuya fecha está cuestionada, faltó orientación, presencia, participación, conexión con las bases, difusión. Fue notable y notada la ausencia de la cabeza mayor, la candidatura no recibió la fuerza partidista y el doctor Gaviria casi nunca apareció. Ni fu, ni fa, como antes se decía.
No pretendo echarle toda la culpa al doctor Gaviria, siempre tan lúcido y persuasivo, tan diligente y frentero, menos esta vez. Muchos otros seguramente lo seamos también, pero ahora le toca al doctor Gaviria poner la cara.