Retorno a Colombia

Opinión Por

En medio de esta pandemia que azota a todo el planeta, regresé a Colombia. Vine procedente del Brasil donde la situación con el Covid 19 es tan dramática o más, que en nuestra nación. No hay que olvidar que Brasil es un subcontinente con una extensión total   de 8.514.215 kilómetros, una población de 211.000.000 habitantes, siendo el tercer país del continente americano, después de Canadá y los Estados Unidos. Mantiene fronteras con todos los países de América del Sur, a excepción de Chile y Ecuador. Allá también la angustia frente al virus es generalizada y son muchos los sectores poblacionales que aceptan llevar una vida social y laboral muy restringida con la esperanza de librarse de esta angustiosa y letal peste, mientras llega la ansiada vacunación.

Me sorprendió el comportamiento de la aerolínea en la que me transporté. En el viaje de ida a Rio de Janeiro fueron rigurosos con las medidas de bioseguridad, sobre todo que la tripulación mantenía sin ocupar la silla del medio, rigurosamente, garantizando la distancia social. En cambio, al regreso poco les importó el distanciamiento, ocuparon absolutamente todas las sillas y cuando pregunté la razón, respondieron que, si no se llenaba el vuelo, este no era económicamente viable. Es decir, para ellos prima más la ganancia que las bioseguridades aéreas.

Sorprende, al llegar al país ver la insolidaridad de los sectores industriales y económicamente poderosos, que hacen una propuesta al país trabajador   de          un irrisorio 2% de incremento al salario mínimo legal para el año 2021.  Al frente de esta propuesta esta la del Comando Nacional Unitario, formado por las Centrales sindicales CUT, CGT, CTC y las Centrales de Pensionados CPD y CDP, que actúan y trabajan pensando en el país y en las necesidades insatisfechas de la población trabajadora, quienes han propuesto un aumento del 14%. 

El gobierno nacional y los sectores opulentos no pueden pretender que sea la clase trabajadora y popular la que tenga que cargar en sus débiles hombros la inmensa deuda social que ha generado la pandemia   en el país. 

Sorprende encontrar una nación donde se continua sistemáticamente con los asesinatos en contra de lideres sociales, obreros y campesinos, lideres de Defensores de DD.HH. y que no pase absolutamente nada. Hay una gruesa coraza en el gobierno para no reconocer la grave situación que en violencia viven zonas sufridas y maltratadas como el departamento del Cauca y la zona del Catatumbo en el Norte de Santander.

En este sentido debo denunciar el atentado que los sicarios del crimen le hicieron al líder Rubiel Vargas, Secretario Ejecutivo de nuestro Comité Permanente de Defensa de los Derechos Humanos, de donde milagrosamente salió ileso, luego de hacerle más de 14 disparos. Exigimos a las autoridades encargadas una severa y pronta justicia que ponga en la cárcel a los autores intelectuales y materiales de este execrable atentado.

 Al regresar esta es la dolorosa patria que sentí donde no logramos superar las graves situaciones que nos atenazan al dolor y a la violencia. Solo asumiendo una postura responsable, consciente, crítica y unitaria haremos posible un nuevo amanecer.

Presidente del Comité Permanente de defensa de los DD.HH. Fue Embajador de Colombia en Europa. Trabajó en el Programa de Paz de la Universidad Pedagógica de Colombia, y es un reconocido defensor de Derechos Humanos.