Mucho se habló de Rusia en noviembre del 2016 después de que Donald Trump ganara las elecciones para presidente de los EE. UU. contra la mayoría de los pronósticos de la época, accediendo a la Casa Blanca por el voto del Colegio electoral, aunque perdiera el voto popular porque así está establecido en ese país. Días después, el Gobierno federal anuncia la posible intervención de diversas formas de estructuras informáticas de origen ruso que de alguna manera manipularon y apoyaron a que Donald Trump ganara la presidencia del país del norte.
A lo largo de varios meses y años, varias investigaciones se llevaron a cabo, tanto por el FBI, como por otras agencias del Estado de la Unión americana; al igual que una investigación del propio Congreso de ese país. Algunas personalidades de ese entonces, ya en posiciones de gobierno, tuvieron que renunciar; algunos terminaron enjuiciados, otros en la cárcel, algunas entidades desaparecieron entre ellas, la mal recordada Cambridge Analytics, pero el presidente Trump se posesionó, incluso, sobrevivió a un amago de impeachment y así todo, hoy está en la carrera por una reelección que no se ve tan fácil como hubiera podido estar.
La intervención extranjera de todas formas en el sistema de elecciones en los EE. UU. está prohibido. Sin embargo, esa es la teoría. En la práctica ya vimos como fuerzas de distinto tipo han logrado influir en las elecciones de una forma u otra: México a través de sus descendientes en los Estados de la costa oeste del país; Cuba desde los años 60s, genera influencia en la política federal y especialmente en estado sureño de la Florida. Y es allí, donde ahora un grupo de origen latinoamericano, con doble nacionalidad y capacidad de voto son hoy por hoy, tema de interés en el debate de propuestas políticas. Así pues, cuatro años después, las cosas siguen similar y con un nuevo protagonista: Colombia.
Si bien es cierto, Colombia sigue siendo un país de poca importancia en la política internacional y es casi desconocido para los nativos de los EE. UU. que, con dificultad, conocen más allá de las fronteras de su Estado natal, el país ha tomado una importancia inusitada en los últimos meses dado que el Estado de la Florida es uno de los que más miembros suma en el consejo electoral para ganar la presidencia del país como se comprobó en el 2000 y en 2016.
Florida, un Estado históricamente de jubilados americanos del norte y de canadienses, no había sido importante en el juego del poder en Washington. Todo cambió con la llegada de los cubanos que se afincaron en este territorio y poco a poco fueron tomando posiciones de elección popular importantes convirtiendo al sur de la Florida en un epicentro del juego de las relaciones exteriores de EE. UU. con Latinoamérica. Años después, también llegaron los centroamericanos, los haitianos, brasileños, argentinos y recientemente venezolanos y colombianos.
Y son estos últimos quienes han tenido un juego mediático en las últimas semanas que pudiera permitir un cambio en la balanza de poder en Washington con las votaciones en el próximo 3 de noviembre. Los votos colombo americanos, divididos entre ambos contendores, de un lado influenciados por algunos miembros del partido del Centro Democrático desde Colombia, podrían llegar a ser cerca de 300 mil sufragios que harían pesar el resultado sin lugar a duda, sin violar las normas de intervención extranjera en el aparato electoral y determinar el resultado final para un nuevo presidente en la Casa Blanca.