¿Seremos mejores?

Opinión Por

Esta pregunta ronda en el cerebro de millones de personas que, en la actualidad, sufrimos la pandemia del Covid19, y por tal razón, estamos sometidos a riguroso aislamiento, con la esperanza de aplanar la curva estadística de la enfermedad y así, los servicios médicos puedan manejar la ascendente cantidad de infectados que ya existen en nuestro país.

Efectivamente, el ser humano ha inundado de odio, perversión, violencia y sangre su dramático discurrir en las páginas de la historia, y produce escalofríos recordar los múltiples momentos de crueldad extrema, inexplicable para una especie que se considera a sí misma como la reina de la naturaleza.

De las infinitas páginas de violencia y muerte que hay en la historia de la humanidad, hoy recuerdo dos que producen escalofríos y nauseas. La primera se refiere a ese bombardeo injustificado y esquizofrénico que las fuerzas de Hitler y Mussolini, con la autorización expresa del “Generalísimo” Francisco Franco realizaron sobre un poblado indefenso de España, GUERNICA, el 26 de abril de 1937.

Fue un ataque aéreo inhumano y atroz sobre la población civil totalmente indefensa, realizado por la Legión Condor alemana y la Aviación Legionaria italiana que combatían a favor del bando sublevado dirigido por Francisco Franco, en contra del gobierno de la Segunda Republica Española. Guernica era un poblado de 5.000 habitantes que no tenía ninguna defensa antiaérea. Como consecuencia de esta masacre murieron alrededor de 300 personas y el pueblo fue totalmente arrasado.

Fue tanta la violencia y el sufrimiento generado, que el famoso pintor surrealista Pablo Picasso plasmó en el lienzo su famosa obra “Guernica” ícono de la pintura del siglo XX y del movimiento antibelicista desatado en el mundo que lucha contra las guerras. En el año de 1997 el presidente de Alemania Román Herzog, en un gesto que lo enaltece pidió a través de una carta leída por el embajador alemán en España, Perdón por el homicidio y los horrores causados a la población civil de Guernica.

La otra masacre horrorosa sobre una población civil indefensa compuesta de mujeres, hombres, niños y ancianos fue la ocurrida con las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki, ciudades japonesas. Ha sido tanta la brutalidad humana que no ha conocido el punto de “detente” frente a la muerte, la devastación y la destrucción.

Lo ocurrido con estas dos ciudades japonesas, las únicas en el universo conocido que han soportado un castigo atómico, debe llevar a la raza humana a profundas reflexiones acerca de su existencia sobre la faz de la tierra. ¿Existir para qué? ¿Para ser capaces de generar tanto sufrimiento? Si es así, entonces es mejor que la raza humana cierre de una vez por todas su presencia inefable sobre el planeta Tierra.

En Hiroshima y Nagasaki las bombas atómicas lanzadas por los EE.UU. en el mes de mayo de 1945, durante la Segunda Guerra Mundial, generaron miles de muertos civiles e indefensos. Hiroshima fue la más brutalmente castigada, los muertos ascendieron a una cifra escandalosa, cercana a 166.000 muertos. Nagasaki la segunda ciudad golpeada con bombas atómicas, fue de 80.000 muertos.

Llegamos a una dolorosa conclusión: La presencia de la raza humana en el orbe es caracterizada por la avaricia, la codicia, la violencia, las guerras, el derramamiento de sangre y la muerte. ¿Con estos claros presupuestos es válido preguntarnos si seremos capaces de cambiar? Y si no cambiamos y persistimos en el camino de la brutalidad, no será que la fuerza vital de transformación y mejoramiento inherente a la naturaleza está considerando fallido nuestro modelo y así como a los dinosaurios los acabó una eclosión con un artefacto extraterrestre, ¿la nuestra será destruida por una guerra incomprensible con los seres más microscópicos del planeta conocidos como virus? ¡¡¡AMANECERÁ Y VEREMOS!!!

Presidente del Comité Permanente de defensa de los DD.HH. Fue Embajador de Colombia en Europa. Trabajó en el Programa de Paz de la Universidad Pedagógica de Colombia, y es un reconocido defensor de Derechos Humanos.