Tumaco, el municipio más importante de la Costa Pacífica nariñense, tiene una larga historia de exclusión social y económica. Durante mucho tiempo la vía de comunicación con la capital departamental era lamentable. Tuvo igualmente a finales de los 60s y comienzos de los 70s -del siglo anterior-, a la gran empresa maderera ‘Maderas y Chapas de Nariño’, que en realidad fue una verdadera ‘economia de enclave’. Y va a vivir la expansión de los cultivos de coca a finales de los 90s, cuando se empieza a desarrollar el Plan Colombia, centrado en la fumigación en la zona más productora de coca del momento, el departamento del Putumayo. Evidenciando de nuevo la capacidad migratoria de los cultivos de coca.
Por eso el desarrollo posterior del narcotrafico, el conflicto armado y otras disímiles violencias en ese eje sur de nuestra Costa Pacífica, lo resume bien el Obispo de Tumaco, Orlando Olave, en reciente pronunciamiento cuando dice, «todos estos hechos de violencia y muertes se han dado a lo largo de la historia de nuestra región, sumado al abandono estatal y marginación a la que ha sido sometida nuestra Costa convirtiéndose esto en un escenario apropiado para que se enquisten todos los grupos armados al margen de la ley que se han generado en nuestro país…»
Se pensó que con el acuerdo de terminación del conflicto armado con las FARC vendría la pacificación regional y la terminación de la violencia, pero es claro que la dinámica del narcotrafico no era ni es la misma del conflicto armado -a pesar que las guerrillas y demás actores del conflicto se nutrieron de sus rentas-. Algunos engañaron o soñaron con la tesis que combatir la guerrilla y el narcotrafico era lo mismo, para beneficiarse de la ayuda norteamericana, pero lo que muestra la realidad es que el narcotrafico está asociado es a la precaria y débil presencia del Estado en los territorios -que no se soluciona mandando un alto funcionario a que viva unas semanas en terreno-. Por eso el desafío que tiene el Estado en Tumaco es múltiple, es ser capaz de cumplir en la implementación de los acuerdos de paz, que ya le empieza a quedar grande, pero sobre todo ser capaz de enfrenta el tema del narcotrafico que tiene como presupuesto construir Estado eficaz en este territorio, que sigue siendo una tarea pendiente, pese a la presencia de Fuerza Publica que parece encerrada en sus cuarteles, pero debe lograr construir una relación de confianza con la sociedad regional, legitimidad la denominan los académicos; sino seguirá como una especie de «Estado ajeno» a los ciudadanos.
Pero esta semana, participe en un Conversatorio sobre Reconciliacion con jóvenes de la Universidad Nacional Sede Tumaco y otros jóvenes pobladores, organizado por varias instituciones y lo que encuentra uno es una población joven con esperanzas de cambiar la realidad, con ansias de un futuro mejor para todos los habitantes de este territorio y eso despierta una luz de esperanza, porque muestra que una parte importante de la sociedad regional y especialmente sus jóvenes, no se resignan a no tener un futuro en el que quepan todos y puedan vivir sustancialmente mejor.
Por ello la intervención del Estado debe ser integral, con un único responsable, pero sobre todo seria, cumpliendo lo que se promete y con gran énfasis en los programas de sustitución concertada de cultivos de uso ilícito y serios programas de desarrollo con enfoque territorial. ¿Será mucho pedir?