Todo el mundo está preocupado con la Reforma Tributaria, comenzando por el Presidente de la República que invirtió su prestigio político tratando de lograr unos ingresos que le permitieran realizar una tarea social sin afugias y grandes resultados. Como vamos no logrará ni la mitad de lo esperado y su popularidad quedará por los suelos. No me alegro por ello. Al contrario, me duele ver a un Mandatario joven, inteligente, honrado, bien intencionado, con tantos aprietos apenas comenzando su mandato. Me inquieta que con tanto tiempo que le queda de gobierno no pueda encontrar el rumbo y el país siga en el despeñadero que, aclaro, no es culpa del doctor Duque. Se espera que la curación de tan endémico mal comience en este cuatrienio.
No todo lo que ocurre es por la malhadada reforma de los impuestos. Las equivocaciones han sido complejas y elementales, como la terna para elegir Fiscal, elaborada con pésimo criterio. Escoger a una Magistrada de la Corte fue un error infantil, como fue una bobería incluir a la Secretaria Jurídica de la Presidencia. ¿Sería que se pensó integrar “una terna de uno”? Con la Justicia no se juega, y menos en un caso como el que se quiere remediar.
Vuelvo con los impuestos. El trámite de una Reforma de este tipo requiere tener a la cabeza a una persona seria, honorable, versada en el tema y con prestigio. Desde un principio se comentó que el doctor Carrasquilla, por sus antecedentes en el Ministerio de Hacienda y sus posteriores actividades en los famosos bonos, no era la persona indicada. No siempre se requiere ser estudiado y erudito, sino brindar confianza y tener autoridad para manejar con solvencia lo político. “La mujer del Cesar no solo debe ser honesta, sino parecerlo”. Cuando se comenzó el trámite de la ley, el desprestigio del Ministro era inmenso.
El contenido de la propuesta es pésimo. Meterse con la papa, el arroz y los huevos, en un país de pobres y con hambre, fue una temeridad asombrosa. Tal vez las fórmulas planteadas sean ingeniosas y en el papel se vean maravillosas, pero fue una afrenta al pueblo y una torpeza, como lo es también pretender imponer IVA a los trabajadores independientes, que viven en angustias y desesperos. Al Presidente Duque le metieron “gato por liebre”, no examinaron el entorno en el que tienen que trabajar y a estas alturas nadie sabe cómo van a “sacar los escarpines” y a recuperar la imagen perdida.
¿Por qué no se trabaja seriamente contra la evasión, la elusión y el contrabando? Hay que meterle el diente a las exenciones, deducciones, excepciones, beneficios y subsidios injustificados, que constituyen un monto increíble. Hay que volver a las remesas, a los dividendos, a los patrimonios ociosos, a los bienes suntuarios. En fin, los sabios tributarios que aconsejan a los Presidentes saben qué hacer, pero les da miedo meterse con los del “curubito”, porque son sus empleados y asesores. Entonces el pueblo paga los platos rotos.