La llegada de una mujer, científica, además, a la rectoría de la Universidad Nacional de Colombia trajo mucha alegría y esperanza para nuestra querida Alma Mater y para quienes conocimos desde los tiempos universitarios a la doctora Dolly Montoya, como una persona identificada, profundamente, con la construcción de un nuevo proyecto de nación basado en la justicia social, la investigación científica, la Paz y la solidaridad entre todos los colombianos que poblamos este hermoso y esperanzador terruño. La presencia de la Rectora es el tardío reconocimiento que las autoridades universitarias hacen a la presencia tesonera de la mujer en los emblemáticos claustros y que se remontan a sus mismos orígenes, cuando notables y prestigiosas mujeres dieron sus luchas por lograr llegar a este ansiado cargo, reconocidas por sus múltiples y brillantes ejecutorias en el panorama académico de la nación.
Un reflexivo artículo publicado en el diario El Espectador, con el título “Bajemos la Paz de los escritorios a los territorios” y firmado por la Rectora Dolly, nos advirtió de su pensamiento y de la profundidad de su compromiso con la nación. Tuve la fortuna de conocerla cuando iniciaba su formación profesional en el campus universitario donde, desde muy joven, sorprendía por la claridad de sus planteamientos sociales y el análisis riguroso de sus apreciaciones científicas. Estas cualidades se fueron ratificando con el tiempo y en una visita que hicimos a Múnich, Alemania, donde ella adelantaba sus exigentes estudios de posgrado, siendo yo Embajador de Colombia en Budapest, nos dejó ver el indeclinable propósito de llegar un día a conducir la Universidad Nacional hacia sus más altas metas, en beneficio de la nación.
El encabezamiento de su comentado artículo que debería convertirse en el emblema central de la Universidad Nacional dice: “La violencia nos ha arrebatado ciento de posibilidades para lograr un país mejor, ha liquidado los sueños de miles de jóvenes, ha amedrentado y golpeado a nuestros campesinos, ha frenado nuestro desarrollo científico, cultural y humano. Por ello nos urge, sin titubeos, dejar la violencia en el pasado para construir la Paz y concentrar nuestros esfuerzos en resolver los diversos problemas que acosan a nuestro país, a lo largo y ancho del territorio nacional.
Para dejar atrás esa espiral de violencia se requiere que la Paz comience por nosotros mismos, con nuestros actos cotidianos, y al mismo tiempo es necesario fomentar ambientes de respeto e innovación, que nos sirva para formar ciudadanos integrales, que se respeten a si mismo, respeten a los otros y al medio ambiente en espacios creativos y de responsabilidad”.
Son muchos los espacios que cubre la Universidad Nacional para ayudar a toda la sociedad colombiana a lograr una Paz estable y duradera, pero la que más me sedujo fue el compromiso de sus científicos con los pobladores humildes de la Costa, cultivadores de ñame, que querían mejorar sus productos y lograr mejores condiciones de vida para ellos y sus familiares. Pues allí estuvo nuestra alma mater y con su ayuda se pudo mejorar considerablemente la producción de ñame que repercutió en mejorías concretas para toda la región.
Otro aspecto que nos llena de alegría y satisfacción son las extraordinarias ejecutorias realizadas por “El Centro de Pensamiento y Seguimiento a los Diálogos de Paz” , iniciativa que está bajo la magistral conducción del profesor Alejo Vargas Velásquez, que tanto ayudó en los complejos procesos de Diálogos en La Habana, Cuba, entre el Gobierno Nacional y los delegados de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), acción cumplida, honrosamente, en asocio con las Naciones Unidas (ONU) en la organización y desarrollo de múltiples foros para escuchar y defender los derechos inalienables de las víctimas del conflicto armado.
Hay que reconocer con verdadero orgullo de nación que la Universidad Nacional, desde sus mismos orígenes, ha sido la gestora de un pensamiento alternativo para la sociedad colombiana, tal como lo vislumbró su fundador Alfonso López Pumarejo, creador de la “Revolución en marcha” desde el inicio de la republica liberal de 1930. En sus aulas se gestaron las ideas para construir un verdadero Estado Social de Derecho y de Justicia. Camilo Torres Restrepo, Eduardo Umaña Luna, Fals Borda y Monseñor Guzmán, entre otros, encabezan esa pléyade de maestros que con sus pensamientos labraron un nuevo camino de Paz, en la construcción de una verdadera Democracia, mas amplia y profunda, para la sociedad colombiana.
Honra y honor a la Universidad Nacional de Colombia, pionera de Paz.