Debo reconocer que me produce un inmenso dolor escribir esta columna. La imagen de las madres transidas por el dolor, arrojadas sobres los cuerpos inertes y destrozados de sus hijos, como las muestran las fotografías de las últimas masacres, perpetradas en el territorio nacional por grupos de asesinos que se desplazan sin Dios y sin ley, cargando todo el odio y segando la vida de inocentes niños y jóvenes, no me deja en paz ni sosiego.
Pregunto. ¿Hasta cuándo por Dios? Nuestra atribulada y angustiada sociedad tendrá que sobre llevar estos cuadros dantescos y horrorosos de cuerpos mutilados a la vera de los caminos, en medio de cañaduzales o en lo que fue la antigua tranquilidad de una casa campesina, donde se encontraban jóvenes en sano esparcimiento.
¡El tiempo se nos acabó! Lo que era Paz y esperanza hace unos pocos años, cuando se firmaron los Acuerdos de Paz en la Habana, ¡todo se ha ido! La terrible consigna de “volver trizas los Acuerdos de Paz”, todavía sacude nuestra conciencia y genera un profundo escalofrío por todo el cuerpo. ¡Han cumplido: ¡la Paz está hecha trizas! Panorama desolador donde volvió la muerte con su guadaña y el rictus fatídico de su sonrisa.
Desde las oficinas de la Organización de las Naciones Unidas se levantó la voz condenando estos graves acontecimientos: “En lo que va del año, la Oficina de la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos ha documentado 33 masacres y viene dando seguimiento a 97 asesinatos de personas defensoras de derechos humanos, de los cuales, a la fecha, ha verificado 45 homicidios”.
Por su parte Francia Márquez, reconocida líder social afrodescendiente se expresó diciendo: “Estamos viendo el recrudecimiento de la violencia y de las masacres que hemos vivido en otras épocas; esa violencia tan descarnada que llena de terror a los territorios”.
En el entretanto, el gobierno de Iván Duque se muestra refractario a asumir con la seriedad y la contundencia que reclaman estos asesinatos. Toda la preocupación de su gestión presidencial está dada en mantener su programa presidencial en la televisión acerca de la evolución de la pandemia a nivel nacional, por eso en su reciente visita al municipio de Samaniego, Nariño, lugar de una de las masacres, fue claro el mensaje de sus afligidos habitantes, “Queremos la Paz”. Expresión con la que fue recibido el primer mandatario.
Este desmadre de la violencia no puede seguir así: Llevándose en su loca carrera la vida promisoria de hijos de familias campesinas y obreras, promesas de una patria mejor: Buena, solidaria, incluyente. El Estado de Derecho, si todavía existe, debe recuperar todos esos territorios y articularlos a la nación con proyectos claros y definidos en las áreas centrales de la educación, la salud, la justicia, el reconocimiento de trabajos dignos para la población rural y semirrural.
El gobierno de Duque debe salir del embeleco en que ha caído: Declaraciones tras declaraciones sin ninguna base real y objetiva. Existe una población colombiana en medio de economías ilícitas denominadas narcotráfico, contrabando, minería ilegal, robo de combustibles, etc., que son el cultivo perfecto para todo este desajuste que produce las masacres. O realmente el gobierno recupera todos esos territorios con una presencia total de Estado o estará demostrando que es incapaz para conducir los destinos sagrados de la nación colombiana. Estamos presentes y vigilantes.