Esta afirmación parece un pleonasmo, ya que “democracia” está compuesta por dos palabras de origen griego que quieren decir “gobierno del pueblo”. Democracia, es una forma de gobierno que se caracteriza por hacer que el poder recaiga sobre el pueblo. Pero en la realidad diaria, estas definiciones se quedan en el papel y muy poco pueblo accede al gobierno; o mejor, poco pueblo recibe de lo que le corresponde en una verdadera democracia. Ha sido tan nefasta esta grave distorsión que todavía se recuerda, con mucha agudeza, la dura terminología que usaba Gaitán hace 70 años, cuando se refería a los gobernantes nacionales como “oligarcas” y al gobierno como “oligarquía”, que es el sistema en que el poder esta en manos de unas pocas personas pertenecientes a una clase social privilegiada.
Así las cosas, es indiscutible que en Colombia tenemos una elites de poder muy cerradas que impiden y bloquean la urgente inclusión democrática y que taponan vías de acceso y ascenso de los nuevos sectores sociales que con marcado ímpetu quieren incorporarse en el torrente de construcción de una nueva Democracia que logre revitalizar el poder ciudadano, abriendo paso a la organización y a los planteamientos de significativos sectores agrarios, populares, campesinos y étnicos, quienes vienen insistiendo en la necesidad de ser tenidos en cuenta para la construcción de un nuevo Proyecto de Nación o si no, serán capaces de derribarlas puertas y obstáculos que se lo impidan.
Porque un país diferente y mejor es posible construirlo con las nuevas ideas recogidas y aprendidas en el largo proceso social. Las políticas públicas, tan necesarias para orientar los nuevos desafíos, deben ser ideadas y construidas en el contacto diario y cotidiano con nuestros sectores sociales, no lejos de ellos, ni a espaldas de ellos, sino en el contacto vibrante de sus luchas, sus movilizaciones y sus sueños. Solo así podremos construir una nación fuerte y solidaria que sea capaz de derribar ese monstruo de mil cabezas que nos viene comiendo el alma desde nuestros orígenes, que es la violencia. Y junto a él, podremos derrumbar el imperio del narcotráfico que ha sembrado de odio y miseria nuestras regiones selváticas y que está a punto de hacernos colapsar. Pues no lo vamos a permitir, porque nuestras políticas sociales vendrán construidas con el aporte fundamental de nuestro conglomerado social.
Me vendrán a decir ahora que esto es revolución y yo les diré que no. Que estos planteamientos corresponden a la esencia fundamental de la democracia, que es precisamente asumir los retos y las consecuencias con toda la sociedad. Uno de nuestros más graves problemas, es que las fuerzas sociales han estado ausentes de las decisiones fundamentales de poder. En este sentido, hemos sido un Estado raquítico. Las decisiones han sido tomadas por grupos de elite o grupos de presión que más bien poca sintonía mantienen con la sociedad. O mejor, han tomado las decisiones a espaldas de la sociedad y sus consecuencias han sido catastróficas.
Pienso que los nuevos tiempos traen claros mensajes que no podemos ni desconocer ni dejar de leer. Es el deber de los demócratas: Convocar a todas las fuerzas sociales para hacer frente al odio y la violencia y poder, en esta forma. construir entre todos los colombianos, más allá de nuestras diferencias partidistas, el verdadero proyecto democrático sobre las premisas fundamentales de la solidaridad, la justicia social, la defensa del medio ambiente y el reconocimiento de nación protectora y defensora de los Derechos Humanos.
Si somos capaces de lograr este sueño de nación, las generaciones futuras nos miraran con respeto y admiración. Entonces, es hora de poner manos a la obra.