Existe un claro problema de coordinación entre gobiernos regionales y nacionales

Editorial Por

La coordinación entre los gobiernos locales y nacionales se ha vuelto fundamental durante la crisis por la emergencia sanitaria, esto permite que sean más eficaces las políticas y se mitigue con mayor facilidad sus efectos.

A pesar de eso hay ejemplos en todo el mundo los problemas institucionales que existen entre los mandatarios locales y nacionales, entre ellos, que no tengan la misma visión sobre las políticas a implementar en los territorios, o no posean las mismas prioridades para sostener la vida y futuro económico de sus ciudadanos, y en el peor de los casos, que algunos nieguen la gravedad la pandemia. 

La división entre Bolsonaro y los gobernadores frente a negación misma de la situación, y las recomendaciones científicas; las repetidas salidas en falso de Trump y gobernadores de diferentes Estados que desean seguir las recomendaciones de aislamiento social; y para no ir tan lejos, las tempranas rupturas en la visión del presidente Iván Duque y la alcaldesa de Bogotá frente a las etapas tempranas de la Covid-19 y la necesidad de detener los contagios en la capital. 

Probablemente ha faltado la humildad para separar las diferencias políticas de las medidas para salvaguardar la vida, un punto fundamental del debate, pero también la manera como se organiza la toma de decisiones desde el Ejecutivo, son análisis que deben quedar para futuras crisis.

Una importante reflexión que debería quedar es cómo los Estados afrontan estas situaciones, las herramientas que tienen para disponer de los recursos necesarios, y los poderes especiales que pueden tener para ello, en otras palabras, hay que pensar si el diseño institucional está siendo efectivo para afrontarlo. 

Al final, los ciudadanos también tendrán que analizar su toma de decisiones en las elecciones, y si el apoyo a los carismáticos y a veces políticamente incorrectos líderes, que se ofrecen como los grandes salvadores de sus países, son objetivos a la hora de escuchar a los científicos, y sobre todo, a la hora de proteger la vida por encima de las banalidades de la política y los interés económicos individuales.