Fue la mente prodigiosa del escritor estadounidense y premio Nobel de literatura, Ernest Hemingway, quien popularizó esta célebre frase al publicar su libro “Adiós a las armas” en el año de 1929, que se convirtió muy rápidamente en un “bestseller”, al escribir sobre la Primera Guerra Mundial que tanto dolor y muerte trajo para Europa y sobre todo, al referirse al desastre de Caporetto, batalla que se llevó a cabo a finales del año 1917, donde las tropas italianas fueron sorprendidas por el ataque combinado de los ejércitos Prusianos y Austro-Húngaros, y sufrieron alrededor de 50.000 muertos y más de 30.000 heridos.
En el caso colombiano, ya era tiempo para que la antigua organización insurgente conocida como Farc-Ep, concretara esta esperanza para la sociedad colombiana al decir: ¡Adiós a las armas!, como ha comenzado a ocurrir con la dejación de las mismas en manos de la Organización de las Naciones Unidas – ONU –, en los campamentos o zonas veredales acordados para tales eventos y dando fiel cumplimiento a lo pactado en el Acuerdo de Paz, entre el Gobierno Nacional y la Organización Guerrillera, suscrito en la Habana, Cuba.
Pueda ser que en esta forma podamos superar lo que por mucho tiempo se conoció como el “fetiche a las armas”, que no es otra cosa que la devoción que ciertos sectores políticos profesan a las armas. Esta forma de desviación hizo mucho daño en la izquierda colombiana, fue la causa de la perdida del gran líder revolucionario sacerdote Camilo Torres Restrepo, quien cayó herido de muerte en una emboscada confusa y absurda en Patio Cemento – Santander, cuando iba a recoger el arma de un soldado muerto en el combate. Este descamino hizo creer en el espejismo de que el poder nace del fusil, idea profundamente errada. El poder nace de la organización y madurez de los amplios sectores populares. Quien puede orientar y llevar al triunfo revolucionario a esos sectores es el partido, como máxima expresión de lucha popular, para acceder a instancias de poder y de esta forma a la Presidencia, quien dirigirá las fuerzas armadas. No al contrario. Los militares no podrán dirigir el curso fundamental de la política. Siempre lo político orienta y dirige lo militar.
Este es el gran paso que darán próximamente las Farc, al constituirse como un Partido político, capaz de articular la larga y compleja experiencia de lucha armada a nivel de América Latina y el mundo, asimilando todas las lecciones que con este fin se han dado desde tiempos atrás, sobre toda la experiencia de Regis Debray, intelectual francés que acompañó en Bolivia, antes de su muerte al legendario Che Guevara, y quien en sus libros famosos: “Pruebas de fuego” y “crítica de las armas”, publicados en el año de 1974, manifestó la necesidad de replantear el uso de las armas en la lucha revolucionaria y la necesidad de avanzar en procesos organizativos a nivel de amplia base social.
La respuesta positiva al anterior planteamiento dio excelentes resultado en países como Venezuela y Uruguay. En el primer caso, en los años 60 se constituyeron las famosas guerrillas de las FALN – Fuerzas Armadas de Liberación Nacional de Venezuela – cuya consigna era “Hacer la Patria libre o morir por Venezuela”. Por la poca tradición de lucha guerrillera (a diferencia de Colombia), y por los fracasos de la misma, muy rápidamente los revolucionarios la desmontaron. Sus dirigentes no insistieron en la lucha armada, por el contrario, dieron origen a nuevas formas de organización política con grupos como “Estrella Dorada” que adelantó por muchos años un trabajo clandestino, ideológico y político al interior de la joven oficialidad del ejército, que dio como resultado final la Revolución del coronel Hugo Chávez Frías, llegando en esta forma al poder por la vía electoral.
Caso similar sucedió con el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros (MLN-T) en Uruguay, que después de generar acciones exitosas espectaculares militarmente, fue diezmado por los organismos policiales que marcaron su casi extinción. De allí surgió un poderoso movimiento político y de masas llamado Frente Amplio, que triunfó en las elecciones y llevó a su emblemático dirigente José Mujica a la Presidencia de la republica donde fue una verdadera revelación como estadista serio, profundo y ponderado.
Ya desde el año de 1976 una fracción política muy importante al interior del ELN, llamada “Replanteamiento”, comenzamos a cuestionar comportamientos de esta guerrilla, que privilegiaba la lucha armada y mostraba un atraso político en relación al amplio movimiento de los sectores sociales, pues no permitía desarrollar líneas de organización de masas que dieran como resultados avances reales, políticamente tangibles. Hoy, a 40 años de esa postura política e ideológica los precursores de estos esfuerzos por la verdadera articulación del pensamiento de Camilo Torres Restrepo al movimiento social colombiano, siguen esperando que la dirigencia del ELN entienda que llegó el momento de dar un gran paso hacia adelante en la organización política y prepararse para decir también con las FARC-EP, Adiós a las armas.
Quizás nada refleja mejor este ambiente de la dejación de las armas que la contundente respuesta dada por Iván Márquez, jefe de la delegación de las FARC en La Habana, al periodista Yamid Amat, cuando este le preguntó: ¿Ustedes guardaran algunas armas? Márquez le contestó: ¡Para que vamos a guardar armas si vamos hacer política! Excelente respuesta. Prueba contundente que han dicho ¡¡¡ ADIOS A LAS ARMAS!!!