Colombia sin brújula

Opinión Por

Es muy preocupante reconocerlo, la nuestra es una sociedad que marcha sin rumbo, al garete, en medio de una mar tempestuosa llena de opiniones contradictorias, cargadas de un profundo odio ancestral que se niega a sí misma la urgente necesidad de encontrar mínimos acuerdos antes de que sea demasiado tarde y que la presencia de múltiples escollos, peligrosos y desafiantes peñascos, no nos lleven inexorablemente a eclosiones definitivas.  

La terrible pandemia del Covid 19 no ha hecho otra cosa que destapar nuestras profundas fallas que arrastramos como una sociedad feudal y mafiosa, donde la tierra solo sirve de engorde para los intereses de privilegiadas familias, negando la oportunidad suprema de la modernización a los centenares de campesinos que caminan como errantes por este su país. Un país lleno de alambre púas para proteger la improductiva tierra de los terratenientes, latifundistas y ganaderos, quienes no pagan ni siquiera el impuesto predial.

Por estas razones, las de no haber desarrollado correcta y armoniosamente el campo y mantenerlo bajo estructuras feudales, con relaciones de producción equivalentes a las del siervo y el señor feudal es la razón por la que el campo debe expulsar sistemáticamente una mano de obra mal paga y no reconocida, que llega a las ciudades a aumentar los grandes cordones de miseria y donde la posibilidad real de un trabajo honrado con salarios y prestaciones decentes es un imposible. 

La situación del desempleo en las ciudades colombianas es realmente explosiva. Los alarmantes índices hablan por sí solos. En Cúcuta el índice de desempleo supera el 28%, lo mismo que en algunas ciudades del eje cafetero. Hay zonas en la costa caribe donde el desempleo es del 50% o más y ni que decir de la costa pacífica donde los niveles de hambre y miseria son alarmantes e inaceptables. 

 Frente a esta calamidad el gobierno de Duque solo atina a ofrecer, sin cumplir, planes de ayuda económica y financiación para microempresas que no dejan de ser mentiras camufladas de solidaridad. Es inmenso el número de colombianos que se cansaron de tocar las puertas de los bancos solicitando las ayudas económicas para superar las dificultades presentes y les ha tocado cerrar sus negocios, aumentar la fila de los perjudicados por la pandemia y por los incumplimientos del gobierno.

Y qué decir de la forma altanera y agresiva como se aplasta la constitucional protesta ciudadana, aprobada en la Carta Magna y hoy frente a las mortales agresiones de la policía. Es necesario que salga la Honorable Corte Suprema de Justicia a decirle al gobierno que la policía nacional debe respetar las manifestaciones públicas y más bien ayudar a que estas se desarrollen en un ambiente de respeto entre los participantes y la autoridad y no convertir estos espacios en francas contiendas callejeras. 

La Honorable Corte ordenó al ministro de la Defensa Carlos Holmes Trujillo pedirle perdón a la sociedad colombiana por las muertes de civiles con armas oficiales, posición que el ministro Trujillo no ha cumplido y busca, sin razón, justificaciones jurídicas que no encontrará. 

Para cerrar este desastre nacional las masacres se han recrudecido en forma impresionante en todo el territorio nacional sin que se vea el papel sancionatorio y de justicia que debe cumplir un Estado responsable y serio. Estamos frente un desgobierno que no ve y no acierta corregir el rumbo equivocado en que está conduciendo a la nación colombiana. 

Solo un esfuerzo unitario y verdaderamente democrático hará posible retornar por los caminos urgentes de la Paz y la reconciliación cumpliendo los honrosos Acuerdos de Paz que fueron firmados en La Habana, Cuba, contando con la solidaria presencia de la Comunidad Internacional y la Organización de las Naciones Unidas (ONU). 

Presidente del Comité Permanente de defensa de los DD.HH. Fue Embajador de Colombia en Europa. Trabajó en el Programa de Paz de la Universidad Pedagógica de Colombia, y es un reconocido defensor de Derechos Humanos.