La violencia es marcador genético

Opinión Por

En el Foro: “DERECHO A LA PAZ” convocado por la Cámara de Comercio de Valledupar, Cesar, aproveché mi intervención para plantear una antigua preocupación académica que se resume en esta tesis: La persistencia sistemática durante siglos de la violencia en nuestro territorio y en nuestra historia se convirtió, al paso del tiempo, en un marcador genético que No nos abandona. Todo lo contrario, en la medida que penetra con más profundidad, las complejas cadenas helicoidales de ADN, su devastador efecto se torna incontrolable.

Esta tesis No pretende bajo ninguna circunstancia desconocer el efecto violento que sobre las relaciones humanas tienen la injusticia, la exclusión social y el atropello sistemático a la dignidad humana. Más bien, esta constante de injusticia a través de los siglos, ha facilitado el papel horadante de la violencia al irse posicionando como marcador genético determinante.

Ahora bien, se dice que cuando los primates homínidos descendieron de los altos arboles e iniciaron su proceso de caminar sobre la tierra y lograr su postura erguida y la locomoción bípeda, convirtiéndose en el homo sapiens, fueron muchas las penurias y desventura que les tocó enfrentar y resolver, alterando y modificando su código genético.  Un marcador genético con el cual hay total identificación, es con el que tiene que ver con la “solidaridad”. Se dice que fue tanta la indefensión de la raza humana en esos tiempos, en los albores de la humanidad, que para su protección tenían que vivir en grandes cavernas subterráneas, manteniéndose en esta forma protegidos de los grandes mamíferos depredadores y solo salían en especiales faenas de caza los más fuertes y los más diestros en enfrentarse a un mundo selvático y hostil, solo contando con la fuerza de sus brazos manos y con los análisis rápidos de su incipiente inteligencia.  Los niños, las mujeres y los ancianos les tocaba vivir en el fondo de esas cavernas ayudándose mucho entre ellos y allí es donde la “solidaridad” se convierte en un marcador genético.

En igual sentido ocurre con la violencia, como marcador genético. Fueron tantos los siglos que solo se tenía articulada la violencia como respuesta frente al conflicto o la discrepancia, que este comienza a marcar huella en el código genético.

La violencia vesánica que presentaron los españoles durante los siglos de dominación y que ha sido interpretada como una enfermedad mental era indiscutiblemente transmitida a las nuevas generaciones mestizas producto del cruce entre español e indígena.

Las importantes investigaciones cerebrales adelantadas por los neurofisiólogos Damásio y LeDoux en la Universidad de Syracuse, en New York, comienzan a despejar el complejo mundo de lo racional y lo emocional. Es precisamente aquí donde los marcadores genéticos determinan lo que ellos denominan “Secuestro emocional”.

Trataré de explicar en qué consiste el “secuestro emocional”: “Una señal visual va de la retina al tálamo, en donde se traduce al lenguaje del cerebro. La mayor parte de este mensaje va después al córtex visual, en donde se analiza y evalúa en busca de su significado para emitir la respuesta apropiada. Si esta respuesta es emocional, una señal se dirige a la amígdala cerebelosa para activar los centros emocionales, pero una pequeña porción de la señal original va directamente desde el tálamo a la amígdala cerebelosa por una vía más corta, permitiendo una respuesta más rápida (aunque ciertamente también más imprecisa) “.

Es precisamente en esta complejidad neurológica y fisiológica donde se incuban los más patológicos comportamientos violentos, que nos resultan inexplicables, porque se desarrollan en áreas de la emocionalidad, cuando esta ha secuestrado a la razón y funge, por escasos minutos, como la suprema directora de todo el humano proceder.

De este modo la amígdala cerebelosa puede desencadenar una respuesta antes de que los centros corticales hayan comprendido completamente lo que está ocurriendo”. (1) Tomado del libro Inteligencia Emocional. Daniel Goleman. Cuarta edición 1996. Editorial Kairós. Barcelona.  

Presidente del Comité Permanente de defensa de los DD.HH. Fue Embajador de Colombia en Europa. Trabajó en el Programa de Paz de la Universidad Pedagógica de Colombia, y es un reconocido defensor de Derechos Humanos.