Guardo profunda admiración por Su Santidad el Papa Francisco, desde los tiempos de su sorpresiva elección. Me impresiona su sindéresis en el manejo de los complejos problemas que agobian a las naciones. Siempre lo acompaña una franca sonrisa desde donde esparce seguridad, fe y confianza para el mundo y más cuando la grave pandemia que nos ataca va atravesando el corazón mismo de la religiosidad y la cultura mundial.
Ha impuesto su sencillo estilo personal desde el solio de San Pedro. Sus primeras decisiones sorprendieron al mundo acostumbrado como estaba al boato religioso. Ordenó que no lo transportaran en el lujoso Mercedes Benz que el Vaticano le tenía reservado para sus movilizaciones, y pidió que mandaran por su viejo Fiat que utilizaba en Buenos Aires. Cuando le trajeron las finísimas sandalias rojas distintivo de ser Papa, las rechazó cortésmente, aduciendo que con sus viejos zapatos negros que usaba en la Argentina no tendría ningún problema. Con estos dos mensajes anunciaba al mundo Su Santidad El Papa Francisco, su sólida personalidad, que le auguraba un destino diferente a la Iglesia. Una iglesia más comprometida con los pobres del mundo como lo había enseñado Cristo Nazareno.
Su solidaridad con los pueblos sufridos del mundo no se hizo esperar. Comprendió que Cuba había recibido una permanente ofensa, al imponerle el gobierno de los Estados Unidos un bloqueo, que año tras año derrotan en la ONU con apabullantes votaciones que siempre deja solo al gobierno gringo, y una ola inmensa de naciones apoyan a Cuba. Pero esto no es suficiente, siempre el país del Norte impone a raja tabla su decisión antidemocrática y antihumana de persistir en el bloqueo.
El Papa comprendió que solo una acción personal, fraternal y humanitaria con el presidente Obama podría limar estas duras situaciones, hacia allá impulsó todo su dinamismo logrando lo que pensábamos casi como un imposible: Que Cuba y los Estados Unidos abrieran relaciones diplomáticas, hecho que se logró y se ratificó posteriormente con el histórico viaje del presidente Obama a la Isla. Esto alivió la tensión mundial considerablemente. Solo hasta ahora, con el gobierno de Trump, vuelve nuevamente EE. UU en forma abrupta y temeraria a incluir a la heroica isla de Martí, en la lista de países que no apoyan la lucha contra el terrorismo, cuando Cuba ha dado muestras incansables e irrefutables de su firme compromiso con la Paz del mundo y el reconocimiento y respeto por los Derechos Humanos.
La acción más significativa de Su Santidad el Papa se refiere a su carta encíclica Laudato Sí, una profunda reflexión en relación al “deterioro ambiental global y la urgencia de afianzar una verdadera cultura del cuidado del ambiente”, la cual cumple cinco años, ya que fue el 24 de mayo de 2015 cuando Su Santidad habló a todos los pueblos del mundo para “entrar en dialogo con el mundo, acerca de nuestra casa común”.
Para ninguno es un secreto que la debacle en la que se encuentra nuestro “planeta azul” como se designa la Tierra, se debe fundamentalmente a un desordenado y caótico desarrollo tecnológico y económico que está desajustando las principales bases biológicas, ecológicas y éticas sobre las que se levantó la civilización humana.
Es hora entonces de escuchar la sabia voz de nuestro pastor el Papa Francisco y disponer realmente nuestra voluntad y decisión de acompañarlo en este revitalizado compromiso de salvar nuestra casa común, al entender que no hacerlo, es condenar a la madre naturaleza a optar por otro ser diferente a nosotros como especie dominante que la habite, para que otro ser haga de la Tierra el remanso de respeto, cuidado e integración con la madre tierra, que Dios nos brindó con toda su generosidad y que la avaricia sin límite de los hombres ha llevado al borde del abismo, donde no hay tabla de salvación alternativa para esta civilización.
El sentimiento expreso de Su Santidad es: La casa común que vamos a construir debe estar levantada sobre los pilares de la solidaridad, el amor, la fraternidad, la ética y la justicia social. Tendrá que acabarse para siempre la explotación inmisericorde que hace el capitalismo salvaje de la naturaleza y de millones de mujeres y hombres quienes viven en la miseria, la desolación y la desesperanza total.
Un nuevo modelo social y económico se está abriendo paso en medio de esta pandemia. Estamos convencidos que los pueblos instauraran un nuevo contrato social, donde la naturaleza sea para amar, disfrutar, respetar y articularse a ella como un ser más de la misma, la riqueza sea un logro para compartirse entre todos y la nueva democracia, una visión renovada de respeto a la dignidad de las naciones, a las mujeres y los hombres que las componen.