La emoción por las encuestas parece una constante de los medios, venderlas como metodológicamente fiables, y relevantes, ha sido una tarea de todos los que buscan contratarlas.
Pero algunas de ellas se desgastan en conclusiones apresuradas, o incluso olvidan que solo son la foto de la opinión en un momento exacto, basada en una muestra específica y limitada, que aunque siempre estará en constante debate académico, la verdad es que no llegan a decir lo que realmente puede ocurrir en una elección con todo un año de acontecimientos por delante.
Un año antes asegurar algo basado en ellas no parece tan objetivo, por ejemplo: de 8 a 10 meses antes de mayo de 2010, el ganador de las elecciones según las encuestas era Sergio Fajardo, seguido de Juan Manuel Santos y Andrés Felipe Arias, al final, Santos derrota a Mockus por amplio margen.
En mayo de 2013, un año antes de la relección del Presidente, la situación era similar, las encuestas decían que Santos encabezaba la intención de voto, seguido por Pacho Santos, y Antonio Navarro Wolf, cuando quien finalmente derrota en primera vuelta, Oscar Iván Zuluaga, no aparecía en las encuestas en ese momento.
En Colombia parecemos más afanados por medir la intención de voto de un candidato, que hablar de otras realidades que vía encuestas podrían, por ejemplo, ayudarnos a realizar mejores políticas públicas a mediano plazo.