Las lógicas que han perseguido a las últimas elecciones de alcaldes en Bogotá, han estado guiadas por enfrentamientos entre varios bandos, y esto en lugar de garantizar la pluralidad política, ha generado un clima de desgobierno.
No hay continuidad en muchas políticas trascendentales para la ciudad, entre ellas, las de movilidad, que hoy se enfrenta otra vez al debate rumbo a las elecciones, y que intenta colocar a los ciudadanos en dilemas como: metro elevado o metro subterráneo.
El argumento es manipulador, blanco o negro, bueno o malo, como si toda política o toda iniciativa de un alcalde anterior este automáticamente desaprobada porque no pertenece al grupo político elegido, y a esto es necesario sumarle las banalidades y egoísmos de las personalidades elegidas o derrotadas.
¿Cómo puede existir tan poca autorreflexión y autocrítica de estos bandos sobre la labor de esas administraciones?
La respuesta para este 2019 parece clara, Bogotá no puede seguir en enfrentamientos que en la práctica solo han llevado a tumbar una y otra vez procesos de planificación o políticas de largo aliento, es momento de colocar en la raya esos debates donde se intenta ubicar a los ciudadanos como enemigos, entre izquierda y derecha, Petro o Peñalosa, ellos o nosotros.
La derecha, al igual que la izquierda, son títulos débiles para un tablero político que en el caso de la capital es sumamente diverso, existen muchos candidatos con opiniones variadas sobre todos los temas de la ciudad, y quizás a quienes debemos colocar más atención sea a los que de manera reflexiva, quieren un rumbo para Bogotá más allá de una amistad con Petro, Peñalosa, o un proyecto que intente llamarse de izquierda o derecha.
Es momento de madurar un debate, que tienen paralizada una ruta clara para Bogotá.