Las marchas o movimientos sociales han venido proliferando en distintos puntos geográficos en el mundo, como en Francia y en algunos países de América Latina.
Estas manifestaciones de inconformismo social, responden a una necesidad de más equidad social y de mejor calidad de vida para un futuro más prometedor para todos.
Muchos se preguntan si el modelo de la globalización y del neoliberalismo comienza a colapsar, pues se hace evidente que la gobernabilidad en algunos países es débil, y que los partidos políticos están anquilosados, y no responden al clamor social, sino a las demandas de unos pocos.
Estas manifestaciones se presentan como el empoderamiento del pueblo que se cansa de la corrupción, de la falta de credibilidad en la clase política, de la carencia de servicios públicos, y de oportunidades en salud, educación, empleo y pensión, entre otros temas, y por ello no alcanzan a vislumbrar un futuro prometedor.
Lógicamente los análisis son distintos en cada país, pero existe un común denominador que es un liderazgo popular global, sin líderes específicos con los que el establecimiento pueda negociar directamente y en forma válida. En Francia por ejemplo, esta característica se ha constituido en una problemática, pues urge llegar a consensos, pero estos, no se pueden negociar con una colectividad, se requiere individualizar los líderes y organizar una mesa en la que todos los actores estén representados y comprometidos.
Lo cierto, es que las agendas deben ser agiles, posibles, concretas y sobre temas fundamentales.
No se puede negociar lo innegociable, pues lo único que traería es caos y frustración.
Lo interesante de ello, es que estas marchas son confrontaciones nacionalistas, es decir, que los connacionales de un país reclaman instituciones democráticas fuertes, y resolución a problemáticas internas, con lo cual dejan de lado a toda persona que no sea nacional de dicho Estado.
En el caso de Chile este país ha expulsado a los extranjeros que se inmiscuyen dolosamente entre las marchas para cometer delitos, lo cual es un buen ejemplo a seguir.
Lo cierto es que independientemente del clamor ciudadano, para que exista un estado más justo y equitativo con presencia en cada rincón del territorio, es importante que se identifiquen lideres o interlocutores válidos para negociar, se establezcan agendas serias con compromisos a cumplir, y se fortalezcan los canales democráticos acercando el gobierno al pueblo.
En el caso colombiano, es indispensable que el establecimiento entienda que urgen cambios estructurales, y que es hora de empezar a cumplir de manera seria los acuerdos de paz, reducir las brechas sociales, respetar los derechos fundamentales como es el de la vida de todos y en particular de los líderes y lideresas sociales, fortalecer la justicia, hacer presencia en cada rincón de la geografía nacional, y robustecer las instituciones democráticas. Un dialogo en el cual todos los sectores estén representados y se elaboren políticas públicas con resultados a corto, mediano plazo y largo plazo.
Llego la hora de dejar los dogmas y las ideologías polarizantes a un lado. El país se reconstruye pensando en que no solamente tenemos derechos sino obligaciones, y parte de estos, es aunar esfuerzos en la recuperación de Colombia, creando un país en el que todos quepamos con desarrollo, paz y equidad.