Lo sucedido en Guatapé, Antioquia, ha dejado la estela de una gran reflexión alrededor del turismo en Colombia. De hecho, los casos de accidentes por “turismo irresponsable” han resonado en los últimos días, desde la práctica sin seguridad de canopy en La Periquera, hasta tragedias de grandes proporciones como la de Guatapé, han dejado a personas con graves lesiones, o pérdidas de vidas, y tragedias a familias que solo buscaban pasar un fin de semana de diversión con sus seres queridos.
Solo en el caso de Guatapé se ven los vacíos: La empresa no tenía Registro Nacional del Turismo, no existían controles para verificar que los cerca de 200 turistas que se suben a estos barcos tengan al menos chalecos salvavidas, tampoco existían requerimientos técnicos de ingenieros involucrados en las construcción de estos barcos, en resumen, un completo descuido a la integridad de los visitantes nacionales o extranjeros.
Si bien es cierto que el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, ha expedido en los últimos años varias normas de regulación técnicas, los gobernantes locales no han ejecutado de forma efectiva la normatividad que protege la vida misma de los turistas. De hecho en lugares de alta frecuencia de visitantes como Guatapé no existe una única entidad que maneje el turismo de la zona o controle lo que ocurre en ella, sino una serie de entidades que según lo observado en la tragedia, estaban lejos de estar coordinadas.
Cabe preguntarse por otros centros neurálgicos para el turismo colombiano y si se encuentran igual o peor que las condiciones mostradas por un lugar tan emblemático como Guatapé. La vida de las familias que visitan estos lugares, queda en manos de mayores controles y responsabilidad de las autoridades, y lógicamente, mayores exigencias ciudadanas por verificar que efectivamente antes de hacer cualquier actividad turística, se ponga su integridad en manos de empresas o personas que cumplen con la Ley.
Un llamado a favor de un país que merece ser recorrido y disfrutado.