La Ley Estatutaria de la Jurisdicción Especial de Paz (JEP), se ha convertido en la verdadera manzana de la discordia entre los abanderados con el acuerdo de paz, los tibios y los normalmente opuestos.
Como se dice coloquialmente “se dejaron ver las caras”, el pasado 3 de Octubre otros 10 artículos pasaron la primera etapa de su trámite en el Congreso y ante la premura de su aprobación siguen los grandes interrogantes alrededor de la imperiosa necesidad de lograrlo.
Es en extremo importante aprobarlo, pues solo con esta Ley es que esa jurisdicción entra en pleno funcionamiento la estructura esencial para garantiza justicia, verdad, reparación e incluso como se observó en los artículos aprobados el pasado martes: participación de las víctimas en justicia transicional, y cada detalle se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza. La ironía nace en aquellos que aprobaron todo lo relacionado con el Acuerdo en el Congreso, y ahora se oponen a esta Ley.
Mientras la mayoría de los Liberales, de La U, y algunos conservadores, siguen firmes, el partido del exvicepresidente y ahora candidato presidencial Germán Vargas Lleras, empieza a dar el brazo a torcer.
En lo que parece un crudo cálculo electoral, Cambio Radical que aprobó todo lo relacionado con el Acuerdo, podría terminar en la oposición al mismo. Su actitud no extraña, su ambigüedad con este tema ante la opinión pública ha sido característica de los últimos años. Cambio Radical sigue manteniendo una buena participación en el Gobierno, y mientras la Unidad Nacional se comprometió con las banderas del Acuerdo, mientras más se acercan las presidenciales, más se aleja Cambio de la obra que ellos mismos en medio de una posición tibia ayudaron a construir.
El Partido cuyo líder natural es candidato por firmas para mostrarse más “independiente”, que participa en la burocracia del actual Gobierno pero ahora no apoya la principal política de ese mismo Gobierno en este tema, es un fiel reflejo de lo que pasa con la democracia cuando el interés electoral, prima sobre bien común. Un llamado a entrar en razón y coherencia.