Entre los grandes debates que ha tenido que asumir el gobierno de Iván Duque, parece estar por encima de todos el relacionado con la implementación del Acuerdo de paz. Paradójicamente un debate que ha generado más división y polarización, que la unidad prometida por el mandatario.
Las objeciones presidenciales a la Ley Estatutaria de la Jurisdicción Especial de Paz (JEP), concentraron las energías del gobierno y su partido en un tema donde claramente no tendrían mayorías, a esto es necesario incluir, el escándalo por la negativa de la JEP de permitir la extradición del exguerrillero Jesús Santrich, los reclamos de varios sectores sobre la financiación de la implementación, e incluso el debate internacional con el New York Times, no solo por las polémicas directrices del Ejército, sino también, por su dura editorial con respecto a la implementación del Acuerdo.
¿Qué otro aviso necesita el gobierno para entender que no puede quedarse 4 años girando alrededor de sus pretensiones sobre la implementación de la paz pactada?
No se le puede pedir al gobierno que cambie de repente sus ideas con respecto a lo acordado con la extinta guerrilla de las FARC, pero si se puede pedir que supere este debate y se concentre en gobernar.
Bien podría el gobierno dar por terminado el desgaste que implica insistir en modificar el Acuerdo, y fijar en la agenda temas delicados como la inseguridad, las obras de infraestructura, la reforma pensional, y la reforma a la justicia, entre otros temas, todos eclipsados por dedicarse a salir a micrófonos para hablar del acuerdo.
Su partido parece su mayor enemigo, no deja de atacar a los defensores del acuerdo, e insiste ante cualquier acusación al actual gobierno en usar el “espejo retrovisor” para acusar al expresidente Santos, quien hoy rara vez opina de temas de actualidad política.
Colombia tiene varios problemas álgidos a solucionar, entre ellos, mejorar un sistema de salud lleno de irregularidades, y problemas de financiamiento, terminar grandes proyectos de infraestructura en problemas, como el Túnel de la Línea, dar trámite a reformas para combatir la corrupción, y combatirla desde adentro, y dar paso a grandes debates nacionales para buscar coaliciones en el legislativo para las reformas que se necesitan.
Es momento de abandonar las trincheras del Sí y el No, y pensar en el futuro del país.